El estilo “resultadista” de la Presidenta – Clarín

La semana pasada, luego de anunciar el aumento del 17,6% a los jubilados, la Presidenta trazó las líneas maestras de su ideario, el catecismo que inspira su accionar político y su concepción del poder. “Y si a alguno no le alcanza con la razón de la realidad, que es la de los resultados –dijo–, están también las razones de la legalidad y la legitimidad. Y esta Presidenta ha sido elegida por más del 54% de los argentinos (…). Los que piensen diferente, que tienen todo el derecho a hacerlo, los que creen que se deben hacer cosas diferentes desde la Presidencia, lo que tienen que hacer es participar en un partido político y si te votan hacés lo que a vos te parece …”.

Pocas veces Cristina Fernández había expuesto con tanta crudeza el costroso pragmatismo que envolvió la vida pública de su marido y su propia vida. La glorificación del resultado como razón primera y última de la realidad, el fin como justificación de los medios poco y nada tienen que ver con los principios que Néstor Kirchner prometió no dejar abandonados en los umbrales de la Casa Rosada. Los cronistas deportivos, habituados a mencionar a las cosas por su nombre, hubieran hablado de “resultadismo” , un neologismo singular, directo, cargado de desprecio. El otro argumento invocado en ese imperdible tramo del discurso, es el del 54% de los votos como fuente de toda legalidad y legitimidad “para hacer lo que te parece” durante los cuatro años de mandato. Y si a alguien no le gusta lo que ve o lo que escucha, que vaya a la fila y pida turno porque el pueblo se ha pronunciado ya mediante el sufragio y, por lo tanto, la opinión ciudadana permanecerá embargada hasta nuevo aviso. Pieza tocada, pieza movida.

Mediante un pase mágico, haciendo abuso del formalismo, la Presidenta se parapeta y justifica sus órdenes en la “legalidad y legitimidad” de origen, la que goza por ser una jefa de Estado surgida de elecciones libres. Sin embargo, los constitucionalistas sostienen –y ella, abogada, tendría que saberlo–, que, además de la legalidad y legitimidad emanadas del origen existen una legalidad y una legitimidad derivadas del ejercicio, una barrera institucional y moral establecida, precisamente, para que ni en sueños se le ocurra a un aventurero hacer “lo que le parezca” con la nación y con su gente. Ningún gobierno está facultado para hacer lo que le venga en gana. Le pese a quien le pese, el mandatario debe ajustarse a lo que la ley le indica y someterse al control de los otros poderes: rendir cuentas es una obligación republicana, aunque se convierta en pesadilla para los talantes autoritarios.

Las dos cuestiones, el pragmatismo y la canilla libre para disponer de la decisión durante cuatro años, sobrepasan con largueza lo que Guillermo O’Donnell llamó las “democracias delegativas”. O’Donnell, decía, casi anticipándose, que la idea misma de la “delegación” supone el derecho a “administrar las medicinas que restaurarán la salud de la nación” en períodos convulsos. La discrecionalidad, en ese esquema delegativo, se explica. El que está al frente cree ser el único que sabe cómo hacer las cosas: “el presidente y sus asesores son el alfa y el omega de la política”. En etapas de crisis, afirmaba el politólogo, las democracias delegativas son propicias para el desarrollo del combo omnipotencia-impotencia. Omnipotencia para promulgar paquetes de políticas impopulares e impotencia frente a sus efectos adversos, que a su vez desatan una catarata de medidas paliativas. Es frecuente, señalaba O’Donnell, que el desenvolvimiento de la crisis lleve a una profundización de las tendencias antiinstitucionales, características de las democracias delegativas.

La Presidenta sufre una peligrosa inclinación a internarse en ese laberinto donde la vanidad y la arrogancia juegan un rol superlativo. Sus hombres de confianza, lejos de ayudarla, la hunden en el embrollo, acentúan con su obsecuencia los rasgos monárquicos de un estilo de conducción. Cuenta el columnista Carlos Pagni que Carlos Zannini acostumbra advertir a sus interlocutores que “a la Presidenta no se le habla, se la escucha”. Gabriel Mariotto tampoco tiene escrúpulos a la hora de reconocer que “nosotros (los peronistas) no somos librepensadores”. Los funcionarios, en su imaginario, “ reciben instrucciones y se esmeran en cumplirlas . La verticalidad es parte de nuestro movimiento (…) Yo recibo instrucciones, no las doy”.

De esa materia, hija de la sumisión, está hecho el universo presidencial, un mundo en el que la opinión de los demás no cuenta porque no se han ganado con mayorías electorales el derecho a tenerla. Se trata de una visión degradada del otro , que arranca en lo político y con facilidad se traslada a lo simplemente humano. Una enfermedad contagiosa que ha prendido fuerte en las filas gubernamentales y ataca por igual a ministros, escribidores y publicistas. Se manifiesta en las alusiones de Aníbal Fernández al peso de Elisa Carrió, o al desorden de “los patitos”; en las despiadadas descripciones que un veterano periodista hace sobre los estragos que la vejez y el dolor han causado en una Madre de Plaza de Mayo que no cuenta con sus simpatías; en la grotesca representación de la enfermedad que mostró “El Pacto”, un fracaso serial de la cultura “militante”; en el desdichado comentario que la panelista de un programa del oficialismo hizo acerca de los efectos que tienen sobre el pensamiento de un prestigioso analista político los productos “con que oscurece su estética”. Si en lo político la descalificación irrita, llevada a lo personal, da náuseas. Por fortuna, “me ne frego” –la frase desafiante que los “arditi” estampaban en sus banderas– no es una respuesta que uno esté condenado a recibir de aquí a la eternidad.

El personalismo crece – Perfil.com

por Julio Bárbaro

Rara sensación. Frente a un nuevo gobierno que es el mismo, con una mayoría deseando que todo siga igual y una oposición dividida entre los que convocan al fracaso y los que temen que suceda.

El triunfo electoral fue tan contundente como efímero, los subsidios abrieron un debate, queda la amarga sensación de haber vivido un frívolo derroche, tan injusto como gratuito.
Para superar a Keynes regalamos en la bonanza, para superar a Perón imponemos las teorías de los que nunca ganaron una elección.

Un personalismo exacerbado: la Presidenta pronuncia discursos mientras los beneficiarios la aplauden y los intelectuales la explican o justifican.

No hay partido ni gobernadores, nadie se anima a ser el Néstor Kirchner que no le obedecía a Menem ni la senadora Cristina que tenía un bloque unipersonal.

Los rebeldes de ayer aplastan a los disidentes de hoy, los obsecuentes de siempre conocen las artes del oficialismo y los beneficios que produce.

Y queda muy claro cuál es la ideología de la época, “el modelo”, esa serie de hechos que develaron enemigos y la serie de oficialistas que descubrieron dónde queda el mal y la derecha.
Una parte de la antigua izquierda convertida en apoyo incondicional, ellos aportan su oficio de denunciar disidentes, viejo placer de ortodoxos fracasados.

Prohibido disentir, de la vitalidad del peronismo al sistema que el muro aplastó al caer.

Me miran viejos amigos y me explican los discursos presidenciales y la admiración que los mismos les despiertan.
Yo de puro antiguo y anciano recuerdo el talento del General convocando a la unidad nacional. Los expulsados de la plaza utilizan su nombre para convocar votantes y su memoria para imaginar que ellos la perfeccionan con sus resentimientos.
El modelo nos llama la atención, tiene por enemigos de la patria a los que piensan distinto y por aliados a gente como Repsol o las telefónicas que nos chupan la sangre apoyando a quien los deje seguir haciéndolo. Y se multiplican las salas de juego.

El personalismo presidencial es cada vez mayor, el entorno que a veces opina, tan sólo un misterio. El poder tan concentrado, que coincidir implica tan sólo obedecer.

La oposición está dispersa y sin proyecto ni prestigio. El poder que sobrevive, sea sindical o político, parece parte del mal que debemos derrotar.

Todo el bien y la virtud está en el Gobierno, todo el mal y los intereses espurios, en la oposición; cualquier parecido con la democracia es mera casualidad.

Una democracia sin partido ni opiniones, un oficialismo que espera señales para explicarlas como el rumbo de la verdad revelada.

Más del cincuenta por ciento de los votos hubieran bastado para elegir un camino de grandeza dialogando con los demás poderes y no intentando eliminarlos para siempre.

El resultado electoral nos abrió a muchos esperanzas que no resistieron ni siquiera el tiempo de espera. Todo sigue igual pero ya nada será parecido.

El General dialogaba en la plaza con la más maravillosa de las músicas que era la voz de su pueblo. Ahora la Presidenta se expresa en un amontonamiento de funcionarios que compiten por el aplauso. Aquello era lo popular; esto de hoy, tan sólo de izquierdas burocráticas.

Un ejército de apasionados leales unidos a las prebendas va desplazando a los jóvenes militantes enamorados del supuesto “modelo”.

Quiero apoyar al Gobierno, pero no al costo de asesinar mi espíritu crítico, me llevó años de peronismo educarlo, no permitiré que unos meses de izquierdas y cartas abiertas me lo cercenen.
Al peronismo lo salvaron de la traición de Menem la rebeldía de Néstor y Cristina, la sociedad necesita hoy de una cuota de rebeldía capaz de mejorar los rumbos y permitir que el espíritu crítico participe y cuestione el pensamiento sin fisuras que nos intentan imponer.

Ni los votos ni la ausencia de oposición ni la saturación de aplaudidores nos pueden convencer de que vamos por el buen camino.

Los sistemas unipersonales sin derecho a crítica se aíslan y separan de la realidad.

Estamos a tiempo de escucharnos y respetarnos, de encontrar un camino común.

Y obligados a intentarlo.

*Militante justicialista.

“El lugar de la batalla política hoy es el campo sindical” – lapoliticaonline.com

En una entrevista con LPO, el constitucionalista Roberto Gargarella analiza la evolución del conflicto político en la Argentina y la centra en el mundo gremial. “La izquierda es molesta para este gobierno, no porque el kirchnerismo tenga vocación antizurda, sino porque hace ruido a este proyecto de ‘orden y progreso’. Los líderes de izquierda sindical son un problema en ese sentido”, advierte. 

Por Federico Sierra

“Si usted tuviera la posibilidad de sugerir, para los próximos años, la modificación de algún aspecto particular de la Constitución, ¿qué cambio sugeriría y por qué?” anticipa la solapa de “Constitución 2020: 48 propuestas para una sociedad igualitaria”, el ultimo libro coordinado por Roberta Gargarella. Ante el aplastante triunfo de Cristina Kirchner, se volvió a insinuar, debatir y desmentir la posibilidad de una reforma que habilite un tercer mandato de la Presidenta.

Gargarella es investigador del Conicet, dirige la revista jurídica de la Universidad di Tella y escribió una veintena de libros. Fue discípulo del jurista Carlos Nino, emblema del Consejo para la Consolidación de la Democracia durante el gobierno de Raúl Alfonsín. “Investigando o tomando café con Nino aprendí mucho mas que en cualquier clase de la Universidad, sin dudas. Tenia una consistencia muy fuerte entre su concepción deliberativa de la democracia y su practica: él vivía como pensaba”, recuerda.

En su libro, Gargarella además de bucear en las contradicciones internas de la Constitución Argentina, producto de la superposición de distintas tradiciones y concepciones que dieron forma a al texto actual, aborda los problemas y las implicancias del hiperpresidencialismo argentino y su dinámica: “un tema que hemos trabajado hasta el hartazgo y es casi una obsesión y una marca dentro de nuestro grupo”.

¿Cree que la voracidad del hiperpresidencialismo se han acentuado durante los gobiernos kirchneristas?

Sí, se han radicalizado algunos de esos rasgos. Pero es una dinámica esperable. Yo no tengo mayores simpatías por James Madison o Juan Bautista Alberdi, pero toda la teoría de frenos y contrapesos lo advierte reiteradas veces: no darle más poder a una rama que a las otras porque se comerá a las demás, se trata de logra un balanceo constante. Y lo que Alberdi no vio es que en Argentina desde el momento primero se decidió que el presidente predomine, el sistema nace desbalanceado y termina generando una dinámica en la que se come a los demás. Esa dinámica está desatada y este gobierno la exacerbó, y eso es algo muy difícil de parar, porque depende en gran parte de quien esta beneficiándose con eso.

Incluso hay quienes argumentan por ello: como las críticas de Ernesto Laclau al Poder Legislativo como espacio casi prescindible o donde se generan lógicas antidemocráticas.

(sonríe) Bueno… Laclau, hoy por hoy, no es un tipo con el cual discutir. Tiene tal nivel de ceguera y fanatismo que mejor dejar pasar las cosas que dice y debatir con él cuando pase la ola. El tipo llega de vivir treinta años en Londres y hace un diagnóstico que yo prefiero pasar por alto en este momento. Mejor no opinar al respecto.

¿No cree que el debate por sistema de gobierno de gobierno está sesgado en la antinomia parlamentarismo-presidencialismo y se están descartando opciones intermedias?

El asunto primordial es que hay cada vez menos capacidad de control y poder en manos del pueblo. Ha sido expropiado. Hay otros mecanismos: puede salir a las calles, marchar, o tomar tierras, pero ¿cuáles son los canales institucionales que posee? El único que quedó es el voto. Los ciudadanos quedaron desnudos frente al poder con un voto en la mano. Y en ese punto, si la brecha en términos institucionales entre la dirigencia y los ciudadanos es tan enorme, entonces en algún punto es lo mismo el régimen que rija. Si los ciudadanos siguen expropiados de poder, entonces que hagan lo que quieran, un parlamentarismo o un presidencialismo, y que se distribuyan las bancas como prefieran. En la medida en que el poder no baje al pueblo, a los ciudadanos con canales institucionales, lo otro es cambiar el vestido. Si democracia política implica dispersión del poder y lo que este gobierno ha hecho es radicalizar la concentración de poder, eso es exactamente la antitesis de la democracia que yo defiendo. ¿La oposición ofrece cosas mejores? A veces sí y a veces no, pero está muy clara la distinción cuando uno mira el proceso de acumulación y concentración de poder de los gobiernos kirchneristas. Ahora bien. si bien el presidencialismo es parte central del problema no crean que el parlamentarismo sea la solución a ello.

El kirchnerismo como máquina de poder

¿Usted podría estar de acuerdo con una reforma constitucional que permita la reelección de Cristina?

No. La marca de identidad de la Argentina es desigualdad económica y concentración política, una marca que este gobierno refuerza. Esa es la configuración actual del poder tal como la veo, la disyuntiva es someterse a esa coyuntura o tratar de desafiarla.

Pero ninguna reforma constitucional ocurre en abstracto ni en términos ideales por fuera de la coyuntura política.

Sí, pero no por eso se debe quedar arrodillado a la coyuntura de poder. El partido en el gobierno, con el enorme poder que tiene, tuvo opciones de elegir con quién aliarse y con quién no. Aún así eligió darle el respaldo en Río Negro a un tipo de los más siniestros que tuvo el país como jefe de inteligencia (por Carlos Soria).

Después sus intelectuales empiezan a clamar : “oh, es que hay que hacer alianzas”, “oh, es la coyuntura, la política es compleja”. Eso es una bobada, siempre hay márgenes de acción y el kirchnerismo se sometió y eligió apoyar a Carlos Soria. Te podes aliar con Insfrán o no. ¿Te aliaste? Bueno, esos grupos en el poder generan muertes. Si no los resististe, si les diste aire, entonces sos responsable político de las muertes y la represión que ocurran en esas provincias. Es esa es la degradación que yo le advierto a los militantes kirchneristas.

¿Cree que la militancia kirchnerista tiene un perfil más celebratorio, y no les marca ciertos límites a los dirigentes con poder real?

Es simplemente aceptar lo que venga porque así lo decidieron las cúpulas. Porque si cualquiera, por perverso que sea, se convierte en adherente, entonces se le levanta el pulgar, aunque después caiga en desgracia. Lo mismo vale para el caso de Redrado, de Soria, de Menem o de Cobos.

¿Una reforma constitucional podría habilitar a cambios que todavía están pendientes para la democracia argentina?

Hoy esas son todas excusas, es cierto que hay cosas a resolver, pero son nimiedades respecto a lo que realmente interesa. Si, hay muchas cosas que son mejorables, pero no quiero que otra vez nos hagan el verso – ni a mí, ni a la izquierda, ni a la sociedad argentina-, para que en nombre de ciertos ideales el kirchnerismo haga lo que tenga ganas y luego reparta los caramelos

¿Pero a usted le parece “una nimiedad” la posibilidad de reformar el artículo 2 de sostenimiento de la iglesia católica, o al artículo 22 …

(interrumpe) Es que no me interesan los caramelos ni los señuelos que pueda repartir el kirchnerismo. Esto es una constante en las reformas constitucionales latinoamericanas: a los progresistas y las izquierdas que querían introducir reformas los dejaban en la sala de juegos de la Constitución y los grupos poderosos se quedaban manejando la sala de máquinas del aparato constitucional y acomodando el rumbo a su conveniencia. Eso es una constante.

La izquierda sindical

¿Existe un hostigamiento a los sectores de izquierda desde el oficialismo?

Si, es una marca que viene de Néstor Kirchner, cuando decía “ a la izquierda tengo la pared”. Y el lugar de esa batalla política muy violenta es el campo sindical: allí hay mucha tensión entra vieja burocracia sindical y grupos de izquierda que golpean la puerta con mucha fuerza. Kirchner fue partidario y fogonero en varios episodios de violencia contra la izquierda: en el Hospital Francés, en Kraft, en la Uocra de Santa Cruz. Hoy, la querella en la causa Mariano Ferreyra está demostrado que la policía fue a proteger el área para que se pueda ir a golpear y hacer pelota a esa gente. No creo que el gobierno explícitamente quería que se matara a alguien, de hecho Kirchner tenía muy fuerte en la memoria las muertes del 2001, pero sí quería ajusticiar y disciplinar a las patadas y palazos. Se escapó un tiró y mataron a uno. Pero no murió antes alguien en Santa Cruz en los apaleos de la Uocra de casualidad.

¿Para el kirchnerismo sigue siendo “la zurda loca” por no saber cómo tratar con grupos de izquierda sindical?

El trato es de absoluta hostilidad, pero el militante kirchnerista tiene que entender que el ejemplo de Soria es uno más: son capaces de pactar con cualquiera, el objetivo es ganar elecciones y retener poder. La izquierda es molesta para este gobierno, no porque el kirchnerismo tenga vocación antizurda, sino porque la izquierda te rompe la paciencia, hace ruido a este proyecto de “orden y progreso” y los líderes de izquierda sindical son un problema en ese sentido.

¿Cuál es su relación con el PO? ¿Tiene un vínculo orgánico con ese partido?

Hicimos algunos actos juntos con Jorge Altamira organizados por el Partido Obrero. Pero no es que yo sea un orgánico de ellos: primero tengo más un pensamiento que me es propio y luego veo en ellos un espacio posible. Los valoro porque han sido un espacio político que ha ayudado a poner temas en la sociedad y empujar algunas cuestiones.

¿Cree que podrán poner en debate el actual modelo sindical?

Se puede discutir sobre cuál es el mejor tipo de organización sindical, lo que esta fuera de discusión es que ésta burocracia sindical es una fuente persistente de injusticias y desigualdades. El caso de Unión Ferroviaria es un caso clarísimo de eso: se trata de lo peor del sindicalismo pactando con lo peor del empresariado con el aval de los sectores más reaccionarios del gobierno, para explotar a los tercerizado: haciendo negocio con la miseria de los más desaventajados.

¿El debate por la libertad sindical estará obturado mientras dure el gobierno de Cristina Kirchner?

El gobierno tuvo un periodo de crecimiento económico extraordinario, sumado al control político en ambas cámaras y no dio ni un paso en ese sentido. Y me refiero también a los años de Néstor Kirchner. ¿Qué? ¿Me van a decir que lo van a hacer en un contexto de recesión? No me lo creo ni en broma. Lo mismo aplica a cuestiones como renta financiera y reforma de la estructura impositiva. Han quedado intactos en momentos de auge y ganancias económicas siderales. ¿Cambiarán eso ahora que el contexto se ve más adverso? La historia no me sugiere eso.

¿Cree que el kirchnerismo en condición de mayoría se vuelve menos reformista?

No sé para dónde podrán disparar en los próximos cuatro años, sí tenemos un predictor que son las alianzas y los frentes que se armaron para estas elecciones: Carlos Soria, Gildo Insfrán, Jorge Capitanich, Juan Manuel Urtubey. Luego todo puede pasar, lo acepto, pero ahí ya tenemos una base que es espantosa y de allí puede haber consecuencias que son esperables. Hay un punto de incógnita sin embargo, que es el poder corrido a la cúspide, un punto de autonomía presidencial muy fuerte, y eso es un margen de maniobra siempre interesante.

 

Néstor Kirchner, un año después – Son tiempos difíciles para los soñadores

No weak men in the books at home
The strong men who have made the world
History lives on the books at home
The books at home
Gang of four, “Not great men”

A veces me alegro. Cada tanto me asusto al pensar qué hubiese sido del país durante estos años de haber seguido en el gobierno Fernando de la Rúa o Eduardo Duhalde. O si hubiese ganado Menem. O Reutemann. O López Murphy.

Personas, no procesos. Pero inmediatamente después me olvido de los nombres propios y me pongo a pensar en términos de procesos históricos. Con el diario del lunes (o con cualquiera de 2004 o 2005) podemos entender a Néstor Kirchner como el mejor representante que encontró la clase dominante para cerrar “por izquierda” lo que Eduardo Duhalde no había podido cerrar “por derecha”, es decir, el proceso abierto por las enormes movilizaciones de 2001-2002. Movilizaciones que, como bien sabemos, fallaron en tener una conducción definida y grupos políticos capaces de encauzarla. El reclamo unificador fue tan light, tan lanatero, tan “qué se vayan todos (los políticos malos y sucios)” que el resultado no podía ser otro que un presidente que, como bien sostuvo Carlos Altamirano, al llegar actúo “como un presidente del Frepaso”.

¿Entonces es lo mismo Kirchner que Menem, alla Martín Caparrós? De ninguna manera. No sólo por las medidas concretas, que todos conocemos, y las simbólicas —que también. (Cuántos cometimos el error de comernos las fotos de Kirchner con Bush, tomándolo por socio imperialista, sin entender que lo que Néstor estaba haciendo, después de todo, era negociar con Lula y Chávez la patada en el culo al ALCA).
Quiero insistir sobre algo no menor: la misma autoproclamación de “progresista” permite una legítima impugnación por izquierda y abre el espacio para la crítica. ¿Quién le podía achacar algo a Menem en 1997, frente a un discurso cínico y posmoderno? Incluso si Néstor Kirchner hubiese ejecutado las mismas políticas que el menemismo (y, como dijimos más arriba, no fue el caso), siempre voy a preferir al impostor de centroizquierda porque al menos lo puedo correr en sus propios términos.

No es cierto que mientras peor, mejor. En otras palabras: Bush sirve para llenar un estadio en Mar del Plata con anarquistas, chavistas, maradonas, humanistas, hippies, kusturicas. Menem sirve para armar un frente electoral con radicales, chachos, progresistas, conservadores, meijides, intelectuales, frepasistas, sarlos, ex comunistas, delarúas. En suma, algutinar “los anti” sin demasiado proyecto a la vista. ¿Y Kirchner? Kirchner partió las aguas porque permite pensarse en sus propios términos “progresistas”. Encabezó un proyecto de alianza de clases con un estilo original, con más rosca que “consenso” (primero te meto la medida y después la discutimos). Pero hay que reconocer que esas batallas, por más imperfectas, tramposas o incompletas que fueran, abrieron el campo de lo posible. El ejemplo es remanido pero vale: el tipo te instaló la Asignación Universal por Hijo. Después me podés decir que “no es universal”, que “habría que extenderla a los chicos que van a colegios religiosos gratuitos”, que “habría que sacarla por ley y no por decreto”. Pero fijate que al criticar eso (y no su misma existencia) lo que pedís es ampliar un derecho, no volarlo a la mierda.

¿No es un avance?

La izquierda frente al kirchnerismo
(1) Algunos creen que la tan mentada “profundización del modelo” se dará si uno insiste con lo mismo (ahora con menos actores sociales “enemigos”, con algunas victorias culturales ganadas). Que el voto a los candidatos del Frente para la Victoria es un “premio” por haber impulsado algunas cosas, “resistido en las malas”, negociado tales otras.
(2) Otros, que el tema pasa por acompañar el proceso nacional general pero intentar meter algunos cambios progresistas en el ámbito legislativo. Allá los Raimundi, los Sabbatella, el “progresismo” a secas, el modelo con rostro humano. La agroexportación sojera con matrimonio gay y Canal Encuentro.
(3) Por último, están los que piensan que la opción ciudadana no se agota en el voto cada dos años a Feletti o a Sabbatella sino que, más que un acompañamiento, lo que hace falta es un permanente estímulo o sacudón por izquierda, en forma no sólo de votos legislativos (que hoy no tengamos ningún diputado de izquierda es, de verdad, una cagada) sino también de marchas, campañas, debates, ocupaciones del espacio público, conflictos diversos y el laburo constante de grupos de presión que intenten resolver contradicciones puntuales -inherentes a todo proyecto policlasista- a favor de las grandes mayorías.
En ese grupo, donde mi incluyo, entendemos que uno de grandes los méritos de Néstor Kirchner fue el de tomar temas que estaban flotando en la agenda y tener la valentía / inteligencia / timing de impulsarlos pero que, frente a eso, no alcanza con alegrarse (“qué bueno, tenemos un gobierno que hace esto, me voy a sentar a ver cómo el país mejora en los próximos años”) sino utilizar esa característica en provecho propio, alimentando minorías intensas y disputando la famosa, vieja y peluda batalla cultural.

Política, economía, política económica. Ahora bien: una batalla es la pelea política como comúnmente se la concibe: los 47 puntos en ese distrito, la inutilidad de Macri como cuadro, la renovación de la Corte, la denuncia contra Cecilia Pando, el triunfo de transversales en el sur, Chiche Duhalde perdiendo su banca de senadora, que si Canal 7 pasó o no el juicio a la ESMA, el ocaso de Julio Cobos, la crisis del radicalismo. En general, los periodistas escribimos sobre eso. Muchas veces, incluso, discutimos enardecidamente sobre eso. Pero detrás de estos conflictos también está la política económica: el blanqueo de trabajadores, la disputa por la renta, la defensa al consumidor, la tasa de ganancia.

El kirchnerismo se anotó varias victorias en el primer apartado. En el segundo exhibe, apenas, un modelo neodesarrollista que detuvo la sangría neoliberal y se anotó algunos triunfos a favor de los trabajadores registrados. Lo complejo es poder entender que la situación de la primera categoría —las victorias culturales y políticas, la no represión federal de la protesta social, la apertura intelectual— abonan el espacio para que esa propia crítica exista.

"La ley de medios se aplica sólo como herramienta política de corto plazo" – lanacion.com  

Especialista en comunicación y profesor de legislación comparada de la UBA, Aguiar cuestiona la utilización política de la norma, sancionada hace dos años, y reclama una autoridad de aplicación independiente del poder de turno

Por Pablo Mendelevich  | Para LA NACION

Entusiasta en el decir pero de opiniones templadas, el ex secretario de Comunicaciones de la Alianza Henoch Aguiar aprecia muchos aspectos positivos de la ley de servicios audiovisuales, que ahora cumple dos años, pero advierte que lo malo está en los detalles. El problema de la letra chica, como siempre. Por ejemplo, dice que la Autoridad Federal no es independiente del Gobierno. O que no resuelve el problema de la diversa concentración poblacional de un país como el nuestro, “a la vez Nueva York y el desierto del Sahara”, con respecto a la densidad de las FM. Opina que la ley está siendo aplicada como una herramienta política de corto plazo y que arrastra el defecto de origen de haber sido concebida contra el Grupo Clarín, al cual la Justicia le mantiene suspendida la aplicación del artículo 161, sobre la adecuación de la estructura. Aguiar dice que el Gobierno tampoco les está exigiendo a otros grupos que se ajusten a lo que la nueva ley dispone.

-Recuerdo que usted no era demasiado crítico de la ley de servicios audiovisuales hace dos años, cuando se la debatía.

-En aquel entonces se planteaban dos posturas, dos no: un no a la ley y un no a los cambios de la ley. Unos negaban que fuera absolutamente necesario modificar la ley de radiodifusión, otros decían no a los cambios del proyecto presentado, como si fuera la última obra de arte perfecta que, como el David o la Mona Lisa, no admitiera retoque alguno. Mi postura era sí a la ley y sí a los cambios.

-¿Cuál es hoy su opinión?

-Generar una autoridad de aplicación colegiada está bien. Un Consejo Federal para que la radiodifusión se debata entre las provincias, las licenciatarias, los periodistas. Eso está muy bien, lo mismo que crear un defensor del público (que aún no fue nombrado) y una comisión bicameral que siga estos temas. Sobre todo es buena la apertura para que todos puedan ser emisores, sin restricciones.

-¿Y lo malo?

-Está en los detalles. Problemas específicos que en algunos casos derivan de falta de profundización y en otros, del hecho de que la ley no fue pensada sólo para la radiodifusión sino como herramienta de ataque contra el Grupo Clarín.

-¿Puede precisar los detalles?

-La ley genera una autoridad federal pluralista que no es independiente. Sigue teniendo una mayoría gubernamental para la toma de decisiones. Hay muchas autoridades del área creadas con especial cuidado de que esto no suceda, de modo que el oficialismo siempre deba consensuar con buena parte de la oposición los nombres de aquellos que la integran. Por ejemplo, en el caso español se requiere mayoría parlamentaria de dos tercios para nombrar a los directores del ente de control. Después, hay aspectos de la ley que son buenas para unas partes del país y no para otras. La Argentina en algunas zonas es un país hipercomunicado y en otras, infracomunicado. En los grandes conglomerados urbanos no sólo no entra una radio más sino que debería haber menos para evitar que se interfieran unas a otras y sea posible escucharlas. En San Martín de los Andes no pasan de una quincena de radios. El país es a la vez Nueva York y el desierto del Sahara y la ley no discrimina estas situaciones. Dice que un mismo titular de radio o televisión puede tener sólo diez licencias. ¿Pero qué licencias? ¿De FM o de emisoras abiertas que cubran capitales provinciales? Da lo mismo: diez. Es como si alguien dijera que solamente puede tener diez billetes, no importa que sean de dos pesos o de cien dólares. Esto hace que los principales titulares se disputen las plazas importantes.

-Después de dos años, ¿se verifica el enunciado de que esta ley venía a terminar con “los monoplios mediáticos”?

-La ley está a mitad de camino. Se suponía que iba a permitir la apertura a nuevas voces, organizaciones, fundaciones, asociaciones sin fines de lucro y cooperativas, especialmente habilitadas para brindar servicios. Pero hay espacios de funcionamiento lento. Las cooperativas presentaron sus pedidos hace mucho tiempo y no recibieron los permisos.

-¿Por qué?

-Una medida judicial los suspendió en julio de este año, pero hasta entonces el organismo de aplicación, que es la Autoridad Federal, no terminó de expedirse. Causa cierta sorpresa, porque lo que se creía que sería lo más rápido en la aplicación de la ley no se cumplió.

-¿Entonces todavía no empezó la mentada “desmonopolización”?

-Sí, hay nuevos prestadores, hay nuevos llamados a concurso que se están por sustanciar para frecuencias de televisión digital, se está ordenando el espectro, hay un potencial jurídico abierto, pero los pedidos de licencias para cooperativas no se resolvieron a tiempo. Se llamó a concurso para nuevos prestadores sociales y para los sin fines de lucro, pero allí hubo otra sorpresa, porque el costo de los pliegos fue muy alto, de 70 a 120.000 pesos, dependiendo de la zona. Son cifras importantes sólo para presentar la oferta.

-¿Eso tiene que pagarlo, por ejemplo, una ONG?

-Sí, una ONG que quiera tener televisión digital, más 24.000 pesos por mes para que la señal pueda ser subida y distribuida.

-¿Que los pliegos sean tan caros no afecta el planteo democratizador?

-El Gobierno dice que es para las frecuencias más potentes, que después habrá precios más bajos o simbólicos para frecuencias de 5 o 10 kilómetros. Pero una cosa es la posibilidad jurídica de crear medios y otra, que se arbitren los recursos económicos, el financimiento y las condiciones que permitan ejercerlo. Hay distintas organizaciones, porque unas tienen capital detrás, como los sindicatos, y pueden subsidiar estos medios, y otras son las de fines estrictamente culturales, que no van a tener la posibilidad de acceder a esta porción del espectro.

-El discurso político del Gobierno sostiene que la Justicia obstruye la aplicación de la ley.

-La Justicia intervino con respecto al Grupo Clarín, al cual en este momento no se le aplica el artículo 161, que estipula el plazo de un año para adecuar su estructura a las exigencias de la nueva ley. Hay muchos otros grupos que no responden exactamente a la estructura de topes máximos establecidos?

-¿Cuáles?

-Telefónica, Cadena 3, el grupo Moneta-Garfunkel, el grupo Vila, González, que es mexicano y es titular de medios en la Argentina sin un tratado que lo ampare, De Narváez, Prisa, Haddad. Es decir, otros grupos que por una causa o por otra no responden a las exigencias de la ley y que en un año tendrían que haberse adecuado. El plazo se cumplió y se acaba de prorrogar por dos meses, pero no vimos una intervención de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (Afsca) estableciendo los parámetros, los niveles de cumplimiento, planificando la transición de los que tenían mayor número de licencias o no respondían a los requisitos de la ley. Hay una especie de fijación por parte de la autoridad respecto de aquel que no sólo era radiodifusor sino adversario político. En el resto de los casos no parece haber el mismo celo para aplicar la ley. Con el grupo que tiene una medida cautelar, la desmonopolización no se puede hacer, obviamente, por intervención de la Justicia, pero en todos los demás tampoco, por inacción de la autoridad regulatoria.

-¿Esa inacción tiene un motivo político o es simple negligencia?

-Hay un poco de las dos cosas. En algunos casos podrían ser aliados del Gobierno. En otros, como Telefónica, el Gobierno no interviene para que se aplique la ley de servicios de comunicación audivisual en el tope máximo ni en la titularidad extranjera de las licencias, pero tampoco lo hace en telecomunicaciones, donde los prestadores dominantes no tienen demasiado control.

-¿El saldo, en definitiva, cuál es?

-Una ley que puede ser buena si es aplicada de manera general no discriminatoria, igual para todos, que en todo caso podrá ser pulida si tiene errores, está siendo aplicada sólo como una herramienta política de corto plazo. El modo en que se originó quizás haya llevado a la Autoridad Federal a preocuparse por temas relacionados con la pelea original en vez de procurar la aplicación de la ley en su conjunto. En el interior del país se sigue difundiendo mucho a los canales de cabecera, cuando debían tener un treinta por ciento de producción propia y un diez por ciento de producción independiente, especialmente en los horarios centrales. Los sindicatos de periodistas y de trabajadores audiovisuales le dieron mucho soporte a la ley precisamente porque iba a generar una explosión de contenidos en el interior del país. Es algo que avanzó, pero está lejos de lo exigido.

-La sensación que uno tiene es que lo que sí creció en estos dos años fue la cantidad -e intensidad- de medios oficialistas amparados por el Estado, junto con la propaganda oficial.

-El futuro panorama de medios debería responder a la lógica del llamado a concursos abiertos, presentación de todos por igual y asignaciones. Vemos que en el caso de la televisión digital terrestre hay pequeñas distorsiones. Si bien se llamó a concurso, muchos empezaron a emitir y a estar presentes en la plataforma con meras autorizaciones experimentales. Eso debería ser objeto de los concursos. Y por otro lado hay señales que no son canales de aire, subidas a esa plataforma, que también deberían ser objeto de concursos.

-Ya sea por vericuetos leguleyos, por atrasos en la aplicación de artículos o porque los desarrollos tecnológicos van más rápido que las legislaciones, lo cierto es que en este campo parece repetirse la tradicional relativización argentina de lo legal y lo ilegal.

-Uno de los debates fuertes en la ley de radiodifusión fue la participación o no de las empresas telefónicas. Recuerde que en el proyecto enviado por el Ejecutivo a Diputados estaban habilitadas para brindar servicios de radiodifusión, lo cual fue luego revertido. Sin embargo, una empresa como Telefónica, que no sólo es de telefonía sino que es extranjera y dueña de medios audiovisuales en distintas partes del mundo, posee medios en la Argentina, como Telefé y otros, cuando no podría tenerlos ni en una participación mínima por su carácter de empresa audiovisual extranjera.

-¿Se está violando entonces la nueva ley de servicios audiovisuales?

-No se impulsó aún su cumplimiento. Cuando una ley se inicia genera un cambio respecto de todo lo anterior. Para eso estaba el año de adecuación, que en muchos casos pasó sin pena ni gloria.

-¿Y allí la Justicia no actúa?

-No, debería actuar el Gobierno. Es propio de la autoridad de control.

-¿Y qué relación con la ley tienen las infinitas versiones que circulan respecto de adquisiciones de medios por parte de empresarios cercanos al Gobierno?

-Una relación muy fuerte, porque la ley dice que sólo se puede vender medios cuando uno tiene un número por encima del tope establecido. Aquellos que estaban adentro de los cupos no pueden transferir las licencias. Hay un artículo muy específico que habla de intransferibilidad de licencias. En caso de venderse alguna participación, nunca puede ser mayor del 49 por ciento.

-En algún momento la Corte Suprema deberá decir, a raíz del planteo hecho por el Grupo Clarín, si el artículo 161 de la ley es o no constitucional. ¿Qué cree usted que va a pasar?

-Al recibir la medida cautelar la Corte ya mantuvo su postura tradicional, que es no expedirse sobre el fondo del asunto hasta que no le llegue el juicio ordinario. Me parece que una ley puede modificar a futuro las condiciones de titularidad de las licencias audiovisuales, pero es muy difícil hacer marcha atrás sobre derechos adquiridos. Quien era titular de una radio o un canal, sea el Grupo Clarín o cualquier otro, no tenía un derecho ilimitado. Tenía derecho a 15 años más 10 de prórroga, que a su vez tuvieron una prórroga suplementaria, porque Néstor Kirchner dictó en 2005 un decreto por el cual suspendió por diez años el cómputo del plazo de todos los servicios de comunicación audiovisual. O sea, que en la práctica se transformó en quince más diez más diez. Eso por actos legítimos del Estado?

-¿No es absurdo que el Gobierno esté tan enojado ahora con quienes frenarían la revocación de un plazo que el propio gobierno concedió?

-Hay una incoherencia entre los hechos que sucedieron en el gobierno de Néstor Kirchner y los del gobierno de Cristina Kircher. En el de Néstor Kirchner se les dan diez años más a todos los medios, no se plantea ningún debate sobre la ley de radiodifusión y se autoriza la fusión de Cablevisión y Multicanal, que permite superar el millón de usuarios. En el gobierno de Cristina se quiere dar marcha atrás sobre la concentración, sobre la fusión y sobre la prórroga. Lo que no implica que la medida de ahora no sea legítima.

-¿Cuál es la situación con los canales analógicos de televisión y las frecuencias de radio?

-En radio FM tenemos un problema mayúsculo. Cuando se debatió la ley, el Comfer tenía dos mil y pico de medios, la AFIP identificaba seis mil titulares de medios en el país y el último censo que hizo la Afsca parece haber detectado alrededor de 15.000. Con lo cual tenemos una sobreabudnancia de radios, que probablemente no responden a un criterio técnico lógico de ubicación. Lo que debería hacer el Gobierno es un plan técnico de radiodifusión sonora para las radios y un plan técnico para la televisión digital. Y en ambos casos llamar a concurso para que los que estén de más en las zonas sobrecargadas se vayan y puedan entrar muchos más en las zonas donde hay poco o nada.

-Si hablamos de contenidos, ¿usted cree que se avanzó en pluralismo?

-Uno podría preguntarse: “¿Está bien 6,7,8  ?”. Sí, es un programa excelente como otros. Pero también debe estar 8-7-6, su inverso. Que esté lo propio y lo contrario, que se represente la pluralidad.

-¿Y espera que eso suceda en el futuro?

-No sé si va a suceder, pero sería importante que así fuera. Lo mismo pasa con la distribución de la publicidad oficial. Es muy difícil que un sistema de radiodifusión termine siendo verdaderamente plural si el Estado, que es a la vez regulador y emisor, porque tiene medios propios, y es anunciante, trabaja para su propio beneficio. Regular una distribución de la publicidad oficial transparente y abierta, lo más justa posible, es un requisito clave para que el sistema sea más democrático.

mano a mano

Abogado cordobés, radical, Aguiar lleva el nombre bíblico Henoch por su abuelo paterno, el primer intendente de Córdoba capital que tuvo el radicalismo. La especialización en los intríngulis de la radiodifusión no le viene de los siete años que vivió en Francia (es egresado del Instituto de Estudios Políticos de París), sino del entusiasmo que le despertó el tema un cuarto de siglo atrás, cuando era asesor en el gobierno de Alfonsín. Fue el redactor del proyecto de ley de Radiodifusión enviado al Congreso en 1987, claro que sin éxito.

Es un hombre jovial, muy agradable, más técnico que político, de equilibrios infrecuentes y que en sus declaraciones elude los filos cortantes: critica la implementación de la ley de Servicios Audiovisuales pero rescata los propósitos. Nieto por vía materna de un célebre científico, su escasa disciplina dogmática resalta cuando dice que si él hubiera sido diputado habría votado a favor de la ley en general, aunque luego sumara objeciones en particular. Sus correligionarios, en cambio, se retiraron del recinto, junto con los macristas, la Coalición Cívica y el peronismo disidente, lo cual dejó al FpV con la izquierda y los socialistas: salió 111 a 1, con 3 abstenciones (en el Senado, 44 a 24)..

"La aplicación de la ley tiene tres obstáculos: el gobierno, la oposición y los medios concentrados" – lanacion.com  

El académico, que impulsó el nuevo marco regulatorio y lo defiende, analiza el avance de la aplicación de la norma

Por José Crettaz  | LA NACION

Martín Becerra es doctor en comunicación, investigador independiente del Conicet, profesor de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ). Dedicó buena parte de su trayectoria académica al estudio de la concentración de medios, sobre lo que tiene varios libros publicados. Desde su cátedra fue un defensor de la ley de medios, a la que considera un gran avance respecto de la situación previa. Sin embargo, a diferencia de muchos de sus colegas, también es un crítico contundente de algunos aspectos de la norma y, principalmente, de cómo el Gobierno está llevando adelante su aplicación.

Para Becerra, la ley peca de “generalista” al darle el mismo tratamiento a situaciones totalmente distintas, “no es una norma preparada para la convergencia de medios” y carece de un capítulo que determine cómo se van a financiar los nuevos medios.

-¿Cómo se está aplicando la ley?

-La ley es compleja de poner en funcionamiento rápidamente. Por naturaleza, por su complejidad y por los temas que regula no existe esa posibilidad ni aún en un contexto más favorable que el actual. Actualmente tres obstáculos frenan la instrumentación de la norma: el propio Gobierno, la oposición y los grupos privados concentrados. El Gobierno porque está obsesionado con algunos artículos de la ley que están inspirados en la disputa con el grupo Clarín. Entonces enfoca la aplicación de la ley traccionando por el objetivo de atacar, disminuir o erosionar el poder que tiene el grupo. Los grupos privados evidentemente defienden sus intereses acostumbrados a muchas décadas de una regulación funcional con gobiernos dóciles, incluido el de Néstor Kirchner. Y, por último, la oposición política, que boicoteó la integración de los órganos republicanos de control, lo que le hace poco favor a su prédica republicana.

-¿Es una ley generalista?

-La ley peca de generalista, por ejemplo, porque no es lo mismo retransmitir 24 horas contenidos de un canal analógico de televisión de Capital Federal donde la oferta en cada localidad es limitada. En FM, el espectro analógico permite que haya cantidad de oferta, y recibe un tratamiento similar. En general, la ley está redactada tomando como referencia las grandes ciudades argentinas y no está redactada pensando en la mayor parte del territorio, donde no hay grandes ciudades.

-La Argentina decidió regular radiodifusión y telecomunicaciones por separado, ¿es eso correcto?

-Es un error. Hay que pensar en términos de leyes convergentes. No se puede tener un objeto de regulación convergente y leyes divergentes. Así, el Estado tiene una mirada esquizofrénica. Un fracaso de la oposición de centroizquierda es haber impedido que las telefónicas puedan dar TV por cable. Las telefónicas están y seguirán estando en el negocio de los medios, en lugar de prohibirlas el Estado debe exigirles contraprestaciones sociales.

Tenemos países que separan y otros que tienden con mucho esfuerzo a converger también en la regulación. El desafío es mayor pero podés lograr una mirada integrada. La sociedad no ve esto como algo dicotómico. La gente va a la cancha de fútbol con el celular y escucha el partido por el celular, y de ahí la famosa oposición de Victor Hugo Morales a Mariotto y al Comfer cuando en 2008 se impidió que Prisa transmitiera el mismo contenido en cadena Continental y en la FM 104.3. Víctor Hugo en ese momento tuvo una posición muy dura. El mismo discurso que tienen hoy los grandes medios.

-¿Qué te parece el caso del programa de Juan Pablo Varsky, por citar un ejemplo, que dejó de transmitirse en las repetidoras de Rock&Pop en el interior? Ante sus oyentes, Varsky -que apoyó la sanción de la ley- dijo que le parecía bien la medida porque eso generaba posibilidades de trabajo y contenidos locales. Pero en Córdoba, como en la mayoría de las ciudades del país no falta diversidad de contenidos, al contrario. Es probable que haya allí unas 50 FM y la salida de Varsky del aire no suma sino que resta diversidad. ¿No va la ley en este punto contra su propio espíritu?

-En primer lugar, la ley no dice que no pueda transmitirse a Varsky, dice que esa repetidora no puede retransmitir las 24 horas la programación de Buenos Aires y tiene que elegir en ese horario entre Varsky y Mario Pergolini. En segundo lugar, la gente que quiere escuchar a Varsky lo va a seguir escuchando por Internet. Afortunadamente estamos en un escenario tecnológico que lo permite. Los estudios que hay de consumo de medios de las nuevas generaciones dicen que el consumo audiovisual se hace en paralelo a Internet.

Hay un consumo de medios que desborda la posibilidad regulatoria de esta ley y posiblemente de cualquier otra. En ese sentido no me parece preocupante, si estuviésemos en 1989 me parecería más preocupante. Hoy hay métodos alternativos que son las nuevas tecnologías, sobre todo para los oyentes de Varsky que seguramente son duchos en el consumo de ese tipo de medios. Por otro lado, si hubiera un mercado tan consistente en córdoba para escuchar a Varsky seguramente habría algún empresario que iría con la propuesta a Rock&Pop.

-¿Será posible ordenar el espectro sin afectar el statu quo, es decir sin sacar emisoras del aire que aunque de manera ilegal hace años que transmiten?

-Es posible porque la ley cuenta con un hecho contemporáneo que es la digitalización del espectro. En ese punto hay una coincidencia entre la intención regulatoria y las condiciones tecnológicas que facilitan esa intención si se aprovecha bien. La multiplicación del aprovechamiento del espectro derivada de la digiltaizaicón facilitará la posibilidad de no ser arbitrarios con los operadores existentes pero al mismo tiempo dará la posibilidad técnica y política de habilitar nuevos actores. Otra cosa es el gran interrogante de tipo económico porque no se va a poder pagar con la torta publicitaria.

-Ni siquiera sumándole la pauta publicitaria oficial

-Ahí tengo una diferencia con algunos especialistas que reducen la cuestión de la economía a la torta publicitaria comercial más la pauta oficial, no es sólo eso.

-De hecho, hoy buena parte de la producción se sustenta con lo que se paga de abono al cable.

-Y también por el alquiler de espacios, entre otras cosas. Por ejemplo, ¿bajo qué condiciones se van a poder transferir, vender y comprar los nuevos medios? Supongamos que, como ocurrió en otros países, tengamos casos exitosos, pero en otros casos algunas señales o canales que el Gobierno licite no resulten comercialmente viables. ¿Se va a exigir como dice la ley que la licencia sea devuelta al Estado y este organice un nuevo concurso? ¿Se va a autorizar directamente como sucede con [Daniel] Hadad, [Raúl] Moneta, [Sergio] Szpolski y tanti altri? ¿Se va a permitir de facto que haya un mercado negro de compra y venta de licencias al que la mayoría de los argentinos no estamos invitados? ¿Cómo es el tema? Esto tiene que estar claro también. Lo que sería inconveniente es que se regule ex post, que es lo que sucede en la historia de la regulación de los medios en Argentina.

-DirecTV, que tiene una imposibilidad técnica para subir a su oferta todos los canales que le pide Afsca, le está proponiendo al Estado que sus decodificadores incluyan un sintonizador que pueda captar por aire los canales de la televisión digital terrestre. ¿Sirve hacer una televisión digital, abierta, terrestre y gratuita si la gente la va a ver por cable?

-O por Internet.

Eso no sería tan grave. Acá hablamos de que la gente está abonada al cable o satélite y está pagando a un privado para ver la televisión abierta, que se supone que es gratuita. En la misma situación está el Fútbol para Todos.

– Lo que el Gobierno te contestaría es que se va a garantizar un acceso abierto, otra cosa es que esos servicios se incorporen en el menú. Sería como preguntarse si tiene sentido que Canal 7 esté en el menú de Cablevisión. Sí, tiene sentido

– En el caso del fútbol, cualquiera sabe que la mayor parte de la audiencia ve los partidos por cable por la alta penetración que tiene. Pero si había alguna duda, la despejó la última fecha del torneo anterior, cuando el Estado se quedó sin suficientes pantallas (por los múltiples partidos simultáneos) y Crónica y Canal 26 transmitieron partidos en exclusiva. Todavía peor es con el HD: sólo ven alta definición por aire y gratuitamente los pocos hogares que tengan televisor full HD entre los 600.000 que ya tienen el decodificador que reparte el Gobierno.

-No se cómo vas a resolver esto en la entrevista, pero lo que te voy a decir es lo siguiente. Yo creo que la sociedad paga el fútbol. Sea Clarín o sea el Gobierno con el programa Fútbol para Todos supuestamente en abierto: en ambos casos la factura la paga la sociedad, ya sea por la publicidad, es decir el incremento del costo de los productos que se anuncian publicitariamente

Ver fútbol exige que la sociedad pague, no es gratis ver fútbol. Luego, ¿prefiero que esa transmisión, dado que la paga la sociedad tenga derechos de televisación exclusivos y sólo lo puedan ver los que pagan o lo incluyo en un menú de TV abierta? Prefiero esta última perspectiva. Desde ya te adelanto que, desde luego, creo que las condiciones de transparencia de manejo de esos recursos deberían cambiar de manera copernicana.

En cuanto al ejemplo de la última fecha, mi lectura es que faltó planificación. No lo veo como una prueba de que el modelo falle, creo que es un error. Es un problema claro de planificación, de la improvisación con la que el gobierno maneja buena parte de los asuntos públicos. No lo veo adrede, si el gobierno hubiera sido capaz de preverlo seguramente no hubiera ocurrido. No cuestiona centralmente la idea de que el fútbol esté en abierto. Luego que efectivamente por las condiciones de funcionamiento del mercado de TV en Argentina sólo las grandes ciudades tengan canales de TV que puedan transmitir en abierto porque el resto del país tiene un menú de TV de pago, eso no cuestiona el Fútbol para Todos, en todo caso alentaría los esfuerzos para maximizar el acceso a través del programa de decodificadores. Además, me parece una buena medida haber empezado por los sectores más pobres, con mayores carencias de la sociedad con la implementación de esta tecnología.

-¿Es razonable que el Ministerio de Planificación sea uno de los principales productores de contenidos audiovisuales del país?

– Eh. No. No parece que esté entre sus funciones producir contenidos audiovisuales.

-Es un producto conjunto entre Planificación y el Incaa, pero fondos salen del ministerio que conduce Julio De Vido.

-Del elitismo que subyace a las gestiones del Incca. Esto no me va a ganar amigos entre los productos cinematográficos, pero la verdad es que tienen una mirada sobre la cultura masiva muy distinta de la de los productores televisivos. En definitiva, no parecen ser funciones de Planificación, sí del Incaa y también podría hacerlo la Secretaría de Cultura o Radio y Televisión Argentina SE (RTE) si funcionara como un ente efectivamente con cierta autonomía del Gobierno, que no es el caso y si la oposición se dignara a integrar el directorio. De todas formas, no es lo mismo criticar la esfera donde se está haciendo y la falta de transparencia con la que se hace que criticar que no se hace. Prefiero criticar las condiciones en las que se está haciendo.

– Alguna vez publicaste una columna sobre los encuentros entre Néstor Kirchner y Héctor Magnetto y venís estudiando procesos de concentración de medios y la formación de grandes grupos ¿Qué te imaginás que pasó entre Kirchner y Magnetto?

– Me imagino que hay un problema de negocios pero la explicación que le dio Kirchner en una entrevista a Horacio Vertbitsky en enero de 2010 en el sentido de que Clarín le pide participar de Telecom Argentina para mi no es una explicación satisfactoria.

– También hay una explicación de Magnetto recogida en el libro de Luis Majul, según la cual Kirchner le habría pedido apoyo al empresario durante el conflicto con el campo, y Magnetto le habría respondido que sus medios iban a ser objetivos.

-Para mi son visiones muy cándidas. Sobre todo si se tiene en cuenta a Magnetto como cabeza del grupo Clarín y a Kirchner como cabeza del estamento político gobernante de la Argentina. Para mi Kirchner no fue un loco, sino un político muy representativo del sentir de muchos otros políticos que no supieron, no quisieron o no se atrevieron a avanzar como él. Kirchner y Magnetto, en el período 2003-2007, hicieron enormes negocios beneficiosos para ambos en términos cortoplacistas con recursos públicos, de modo tal que esto que me piden Telecom y entonces le están tocando la ética. Si firmaste el decreto 527 en mayo 2005 [extensión de licencias de TV abierta], si autorizaste el último día de tu mandato la fusión Cablevisión-Multicanal y en diciembre de 2004 prorrogaste 10 años, a libro cerrado sin mirar si se habían cumplido las cláusulas de la licitación de 1989, no vengas a decir que te están tocando la ética y que vos no podés ceder y tal. Y por el lado de Magnetto, no vendamos objetividad periodística cuando Clarín durante el período 2003 hasta marzo de 2008, incluido, tuvo una línea editorial absolutamente oficialista.

No conozco verdaderamente los motivos pero sí se que las explicaciones no se condicen con la historia, y no estoy ni siquiera juzgándolos. Simplemente no se sabe. Es una incógnita importante que los investigadores tendremos que trabajar porque es uno de los factores que explican el momento político post 2008 en la Argentina.

-En un mundo globalizado en el que todos los países quieren tener su impronta internacional, transmitir su cultura, su identidad y demás, ¿los grupos económicos tienen un lugar para jugar? En otras palabras ¿Brasil vendería tantas telenovelas si no existiera Globo, o México si no existieran Televisa y TV Azteca?

– Sí, es verdad que son actividades que requieren de una escala económica que tiende a la concentración. Lo que hacen muchos países es regular hasta cuánto se permite esa concentración y es regular algo que a mi me parece central y que en la cultura política argentina no está presente (tampoco en la brasileña ni en la mexicana) que es definir cuáles son las contraprestaciones que se le exigen a los grupos entendiendo que esa concentración está sostenida sobre un privilegio que ese grupo puede detentar y los otros no. Yo diría, mire señor Telefónica, dado que la explotación del servicio telefónico tiende a la concertación yo le exijo tales contraprestaciones porque le tolero ser un operador predominante. Lo mismo para Clarín, Globo o Televisa. Hay algo que muchos otros colegas y yo trabajamos que es la noción del patrimonialismo, la apropiación de los recursos públicos por parte de un grupo estatal o privado.

Primero, son actividades la cinematográfica, la editorial, los medios audiovisuales vinculadas a la cultura y la identidad, sí lo son. Segundo, son actividades que requieren escala económica, sí la requieren. Tercero, grupos económicos que producen en el país pueden estimular que haya una representación de esa identidad y esa cultura, sí, también estoy de acuerdo. Con lo que no estoy de acuerdo es en el hecho de que porque se respondió que sí a estas condiciones es piedra libre y tierra arrasada para que los grupos por un lado y el estamento político por el otro negocien condiciones ocultas para el resto de la sociedad acerca de cómo esos grupos ostentan su posición dominante sin dar cuenta de la responsabilidad social que tienen y yo creo que lo que sucedió con los derechos de retransmisión del fútbol es una muestra de eso.

Si tiene una posición dominante, tiene que tener la sensibilidad o la conciencia cultural de que debe de alguna manera beneficiar a la sociedad que está sosteniendo esa posición dominante. Porque no se da porque sean genios, sino que eso se construye con medidas políticas y económicas. El grupo Godó en Cataluña es un grupo que consigue del estamento político favores y posiciones, por ejemplo en TV digital, que no todos los grupos consiguen y por supuesto si yo viviera en Cataluña criticaría esas condiciones, pero son distintas a las que se establecen entre estamentos políticos y grupos concentrados en nuestros países, totalmente patrimonialista, donde no se ve el rendimiento de rendición pública de cuentas y de dónde está el beneficio para la sociedad. Por ejemplo, si tiene una posición dominante en cinematrografía o en editorial, pues produzca en el interior del país. ¿Hace falta un enfrentamiento tan binario como el que estamos viviendo para ver que hace falta producir en el interior del país?

-¿Cómo resolvieron esto en otros países o bloques? Pienso en Bertelsmann en Europa, News Corp, Time Warner o Viacom, en Estados Unidos…

-Es una tensión muy difícil de resolver y sobre la que existen leyendas algunas dignas de crédito, por ejemplo el caso de Telmex y el PRI que no son precisamente ejemplos virtuosos. Ahora en Gran Bretaña esa tensión se resuelve a través de una fuerte inversión en actores públicos. La decisión de la BBC con la TV digital terrestre ha sido lanzar plataformas de libre acceso que compiten con Sky y donde le han comido gran parte del mercado de abonados. Claro, son actores públicos no gubernamentales. De paso te digo que me parece una aberración lo que se dice acerca de que nosotros no podemos tener una BBC porque no forma parte de nuestra idiosincrasia

-Bueno, sin ir más lejos, el propio Gabriel Mariotto ha dicho en 678 que el diseño de Radio y Televisión Argentina (RTA) es mejor que el de la BBC.

-Sí, también ha dicho que es de tilinguería. Yo les contesto que la esclavitud fue parte de nuestra idiosincrasia hasta 1813 y hubo una asamblea y dijo esto está mal. Que tengamos medios gubernamentales desde 1951 en televisión y desde el 1937 en radio en Argentina a mi no me sirve como consuelo, me sirve como una importante prueba de que eso no funcionó bien y de que hay que cambiarlo.

– ¿Qué opinás de la prohibición de las telefónicas de ingresar en el negocio audiovisual?

– Eso es un fracaso. Las telefónicas ya están en el negocio de los medios. Telefónica esta en el negocio de los medios mucho antes de la ley, en Telefe y en ocho canales más estuvo antes en Radio Continental. Estuvieron, están y estarán. Me parece que en lugar de prohibirlo, lo que es una crítica a la oposición de centroizquierda, que estaban convencidos de que el gobierno quería meter a las Telefónicas para hacer su propio negocio. Eso era posible, pero quitarlas del medio no fue la solución. Ahí se nuevo se trata de qué contraprestaciones se le exigen a las telefónicas, se le puede decir como ha hecho Gran Bretaña usted tiene que desagregar el bucle local. Puede ser la plataforma para dar triple play, desagregue la llegada a los hogares, estimulando la existencia de pymes, de cooperativas, de empresas de mediano tamaño para que agreguen valor en la última milla. Otra es que desinviertan en telefonía, o regulando las tarifas de telefonía móvil para revertir esta situación complicada que es que los pobres subsidian a los ricos a través de las tarifas desreguladas de la telefonía móvil y las reguladas de telefonía fija de los que tenemos domicilio. Reflotar parte del decreto 764 de Henoch Aguiar de 2000.

-¿Habría un beneficio real en términos de mayor competencia?

-Sí, con un regulador atento y activo y con una sociedad que tenga la atribución de auditoría del funcionamiento de ese mercado las mejoras serían sustanciales sobre todo para los sectores de menores recursos.

-¿Hay desconocimiento sobre la nueva realidad sociotecnológica? ¿Hay una mirada antigua de los dirigentes sobre la tecnología?

-Estoy de acuerdo con vos. Hay un poco de todo. Primero hay un desconocimiento que aunque dispusieras del MIT y demás igual habría desconocimiento. Hay una dinámica de evolución de la tecnología y de uso social de la tecnología que es difícil de prever de modo concluyente por lo tanto hay ignorancia de parte de todos. Por supuesto, hay una batalla política innegable que se asume así, con lo cual al enemigo. ni agua, y como se dice siempre la primera víctima de la guerra es la verdad. Hay un aprovechamiento simplista para cohesionar la propia tropa y debilitar el ánimo del oponente, enemigo o adversario. Me parece que en Argentina y muchos países de América latina no observamos con la debida atención el saldo que deja y que nos daría una ventaja comparativa importante la implementación de algunas tecnologías que han hecho la experiencia antes que nosotros. Si tuviéramos una mirada atenta sobre esos procesos posiblemente evitaríamos errores y aprovecharíamos sus méritos. A la dirigencia argentina la veo siempre muy atenta a lo inmediato, y eso en el corto plazo puede ser eficaz, da alguno que otro rédito, podés ganar una elección. Pero hay una falta de visión de medio y largo plazo.

-¿Cómo te imaginás el consumo de medios en los próximos años?

-La juventud está viviendo un proceso de migración hacia el consumo de medios en soportes digitales. La facturación publicitaria de los medios analógicos en Argentina obedece a una inercia porque las audiencias estás migrando. Sólo se explican porque los planificadores de medios son de mi edad o mayores. Cuando esos planificadores cambien, seguramente va a cambiar la inversión publicitaria como ya cambió de modo drástico en los países del Norte, donde la digitalización está más avanzada. Creo que la Argentina tiene una peculiaridad que es un interrogante que nadie conoce cómo se va a resolver, que es su altísimo consumo audiovisual por cable. A mi me parece que es difícil que eso cambie en el corto plazo, pero si a largo plazo. El consumo audiovisual se realiza cada vez de manera más masiva por medio de Internet y convengamos que acá tenemos Netflix criollos mejores aunque absolutamente truchos.

-Estamos pasando de lo analógico a lo digital, un mundo en el que empezamos a ver medios convergidos. Pero además, pareciera que vino otra ola que es la de medios híbridos, atravesados por las redes sociales..

-Las nuevas tecnologías discuten la lógica de flujo continuo pero la lógica de producción de flujo no se rompe. El consumo que hay sobre nuevas plataformas sigue siendo el consumo en el que uno, como usuario, busca descargar contenido que no produjo. En las redes sociales hay una gran masa que ve pero que no necesariamente crea y muy pocos que crean contenidos, y eso supone reciclar el viejo contenido. Creo que eso tiene que ver con la cultura y no con la tecnología. En ese sentido difiero con profesores o autores que son muy optimistas sobre la posibilidad de ruptura de las nuevas tecnologías, el problema no es tecnológico sino cultural. Nosotros somos usuarios intensivos de cultura audiovisual..

Una ley de tierras para cosechar más votos – lanacion.com  

Por Carlos Pagni | LA NACION

A medida que se acercan los comicios es más fácil entender por qué Cristina Kirchner se empeña tanto en reclamar la sanción del proyecto de ley que limita la propiedad extranjera de la tierra. Y por qué sus adversarios se muestran, como ayer, muy remisos a darle el gusto.

La iniciativa reúne varios rasgos que la convierten en un formidable vector proselitista. No sólo tiene la dosis de nacionalismo indispensable para desatar las inclinaciones xenófobas de un buen número de votantes. Hay otra conveniencia para la presidenta-candidata, y es que la propuesta siembra el desconcierto entre sus rivales.

Casi toda la oposición ha venido impulsando medidas similares a la que promueve la Casa Rosada en estos días. El debate se transforma, entonces, en una broma pesada para los adversarios del kirchnerismo, que no tienen más remedio que contradecirse o adherir a la política oficial. Sólo el macrismo se salva de la trampa. No hay espectáculo más reconfortante para un candidato que ver caer a sus contendientes en un enredo semejante en plena carrera electoral.

La primera definición de la señora de Kirchner después de su victoria en las primarias fue urgir el tratamiento del proyecto. Es comprensible. Más allá de cualquier consideración técnica, la restricción al derecho de los extranjeros a comprar tierras despierta ese reflejo de “defensa de lo nuestro” que es intrínseco al sentido común del populismo, sobre todo en meses de campaña. Para ese atavismo, la iniciativa ofrece un encanto muy superior al de proclamar la supremacía de las heladeras argentinas, como hizo la Presidenta días atrás. Sobre todo porque el kirchnerismo no se atreve a hazañas más audaces, como alguna estatización energética, a la boliviana.

Las razones por las cuales es mejor que la tierra esté en poder de quienes nacieron del lado de adentro de los límites del país, y no del otro, no aparecen demasiado claras en los textos en debate. Quizá los autores, de las más variadas corrientes, no crean necesario justificarlo. Para ellos ha de ser evidente que la argentinidad goza de un estatus ontológico superior.

Pero esa explicación es inconfesable, y si se tira mucho de su cuerda desnuda movimientos del alma un poco turbios. Por esos motivos los promotores de la restricción esgrimen otros argumentos. Por ejemplo, que hay congresos -extranjeros, por supuesto- que ya fijaron ese límite. Y que, como explicó el ministro de Agricultura, Julián Domínguez, en Diputados el último 14 de junio, “hay países que pretenden 300.000 hectáreas”. Una alusión obvia al inconfundible “peligro chino”.

Para conjurar ese fantasma, todas las propuestas, incluso la de Federico Pinedo, que es la menos chauvinista, prohíben a otros Estados el acceso a la propiedad de la tierra. También ponen un obstáculo a los extranjeros que quieran hacerse de campos en zonas de frontera, y dejan en manos del Congreso la determinación casuística de zonas especiales, exclusivas para nativos.

El proyecto del Ejecutivo fija dos topes mucho más controvertidos: un cupo del 20% para la totalidad de la tierra en manos de extranjeros, que, además, no podrán poseer más de 1000 hectáreas.

Según Domínguez, la cuota del 20% fue calcada de Brasil. Debería informarse. En ese país se encendió una polémica porque Dilma Rousseff pretende no sólo más controles a las compras extranjeras -si superan las 500.000 hectáreas deben pasar por el Congreso-, sino asociar al Estado con esos propietarios a través de una acción de oro. En Uruguay se extiende la misma moda. Contra el juicio de sus ministros de Economía y Agricultura, José Mujica propuso un gravamen para los propietarios rurales que no sean uruguayos. ¿Qué pensarán los argentinos que lo aplaudieron el año pasado en Punta del Este porque les prometió no aplicar nuevos impuestos?

Incoherencias

La nota sobresaliente del debate en la Argentina es la incoherencia de casi todos los polemistas. Para empezar: hasta ahora el único que abrió la puerta al “peligro amarillo” fue el kirchnerista Miguel Saiz, gobernador de Río Negro, que firmó un tratado para que la República Popular China pueda apropiarse de tierras.

La Coalición Cívica, en cambio, fue pionera en discriminar a los que ansían “quedarse con lo nuestro”. Elisa Carrió presentó un proyecto más severo que el del Ejecutivo, y Patricia Bullrich exigió tratarlo el 11 de agosto del año pasado, con o sin despacho de comisión. Por entonces el moderado era Carlos Kunkel, que pedía a Bullrich estudiar más la idea. La semana pasada Bullrich confesó no estar de acuerdo con el texto de Carrió. Kunkel apura el trámite.

El último 1º de marzo, cuando abrió las sesiones del Congreso, Cristina Kirchner fue sorprendida por un diputado que le gritó desde su banca: “¡Tiene que haber una ley que limite la propiedad de la tierra!”. “¿Quién es el diputado?”, reaccionó ella, y prometió, astutísima: “Me hizo acordar de que vamos a mandar un proyecto sobre el tema”. El exaltado era Pablo Orsolini, de la UCR y la Federación Agraria, autor de un proyecto como el que estaba reclamando.

Era comprensible que Orsolini estuviera ansioso. El 16 de septiembre de 2010, el ministro Domínguez había enviado a la Comisión de Legislación General, que preside Vilma Ibarra, a su asesor Julio César Vitale para aplacar el nacionalismo opositor. Vitale recordó que la limitación a los extranjeros chocaba con el artículo 20 de la Constitución, que los iguala a los argentinos. También observó que ignora tratados internacionales. “Aunque esos tratados pueden ser denunciados”, se cubrió, prudente. Ahora, los que piden contemplar ese impedimento constitucional son radicales como Juan Pedro Tunessi, quien hace ocho días pidió más tiempo. Tunessi pensaba distinto el 2 de septiembre del año pasado, cuando, contra la reticencia kirchnerista, defendió la constitucionalidad del texto de Orsolini.

El articulado oficial tiene tantas inconsistencias técnicas que da la impresión de ser sólo un papel de campaña destinado a morir en tribunales. Además, pasarán años antes de que exista un catastro digital para controlar el cupo del 20%. Ese porcentaje suena, de tan generoso, extranjerizante: sólo 4 o 5% de la propiedad rural está hoy en manos foráneas.

El límite de 1000 hectáreas también es impreciso. Esa superficie, insignificante en Chubut, es carísima en Pergamino. En el corazón sojero puede costar 18 millones de dólares. Y en tierras pasables de Entre Ríos, 9 millones. Es difícil que un chacarero nacional y popular acceda a heredades como ésas, aun cuando el valor de los campos se deteriore con esta iniciativa. Lo más probable, aunque increíble, es que Cristina Kirchner esté ofreciendo un cómodo resguardo a los ricos argentinos frente a los ricos extranjeros. Es decir: que haya decidido proteger a la oligarquía terrateniente que hace tres años convocaba a los generales multimediáticos para desatar un movimiento destituyente en contra de ella. Lo que puede la xenofobia..

Un descarriado en la mira telescópica – lanacion.com  

“Gente con la que tantas veces estuve de acuerdo ahora me odia; cuando quiere ser amable, me trata sólo de traidor -confiesa Martín Caparrós-. Gente que respeto ve en este gobierno cualidades que no consigo percibir ni un poquito? Me siento colgado del pincel. Estoy perplejo, molesto, inquieto, irritado: me persigue la sensación de que algo está muy mal en la Argentina y de que mucha gente muy respetable se resiste a verlo.”

Estas frases surgen del prólogo de un libro ( Argentinismos ), donde el narrador cuenta la verdad: durante una placentera cena de junio de 2008, Caparrós quiso discutir de política con un viejísimo amigo y muy pronto la conversación se desbarrancó. “Nos dijimos cosas feas; no volvimos a vernos.” Le sucedió otra cosa más, que el autor no cuenta: cuando osó deslizar críticas al sacrosanto proyecto kirchnerista, la televisión oficialista, que se caracteriza por cierta “imbecilidad estructural”, como calificó el propio Ricardo Forster, convirtió a Caparrós en un enemigo del Estado: lo persiguió con montajes taimados y mentirosos; lo humilló a través de panelistas aviesos; lo acusó de ceguera y de egolatría, y le recriminó una y otra vez que no accediera a la evidencia de un fenómeno revolucionario que otro escritor en las antípodas (Jorge Asís) calificó sardónicamente de “revolución oral”. El comisariato político del progresismo evitista lo había puesto a Martín Caparrós, el descarriado, en la mira telescópica. No podía soportar que un referente de la izquierda intelectual, uno de los mejores cronistas narrativos de América latina, egresado de la Sorbona, maestro de la Fundación Nuevo Periodismo de García Márquez y estudioso del setentismo, fuera reacio al nuevo pensamiento único.

Acaso al calor de esos escarnios y miserias, y de la perplejidad frente a un gobierno que en el discurso decía una cosa y en la realidad hacía otra, se cocinó este ensayo inesperado e incómodo, que indignará en el Jockey Club y también en la Biblioteca Nacional. Es que no se trata de un texto convencional; está lleno discusiones de fondo verdaderamente inquietantes. Mientras lo leía y me revolvía en mi asiento, recordaba aquella máxima de Ionesco: “Pensar contra la corriente del tiempo es heroico; decirlo, una locura”.

Para empezar, el autor ataca el culto mismo a la democracia. No cree naturalmente en dictaduras de ninguna especie, pero le achaca al sistema democrático la desigualdad, el fracaso y el hambre; también, la falsa idea implícita de que “no hay otra opción que el capitalismo con delegación política”, algo que pinta como una “resignación triste y ahistórica”.

No puedo estar menos de acuerdo. Admito que con la democracia no se come ni se educa ni se cura, y que las mayorías pueden equivocarse mucho (Alemania e Italia, y también la Argentina pueden dar cuenta de ello), pero pretender que el sistema de votación y representación se haga cargo de cambiar el mundo es tan injusto como pedírselo a los diarios, a los obreros, a las empresas o al Estado. La democracia es un medio y no un fin; un mecanismo que ha demostrado funcionar en muchos lugares del planeta y que, en manos de inútiles, autócratas y corruptos, ha permitido también aberraciones y dolorosas derrotas sociales.

A continuación, Caparrós también se permite ser políticamente incorrecto: sospecha que el kirchnerismo reconstruyó el Estado sólo para acumular poder. “Yo creo que el Estado es uno de los inventos más nefastos del hombre: máquinas potentes para hacer las peores porquerías. Y sería feliz si no hubiera Estado.” Luego aclara irónicamente, y no tanto, que el Estado es necesario en estas circunstancias “para regular aunque sea un poquito el enfrentamiento tan desigual entre las clases, para conseguir que los que pierden tengan algún premio consuelo, un médico tras cuatro horas de cola, una escuela con mate cocido, un bolsón de comida, una frazada… Que la recreación del Estado pueda ser una tarea progresista sólo da cuenta de lo mal que estamos”.

Desde esa posición, arremete contra la ley del matrimonio igualitario: “Yo me sentía cercano a la pelea de gays y lesbianas porque estaban fuera del sistema Estado-Iglesia? Tenían dos opciones: romper con ese sistema e inventar formas nuevas, o pedirle al sistema que los aceptara”. Le apena que hayan elegido esa última senda conservadora.

Es extremadamente gracioso cuando habla de peronismo. “Si yo creyera que un dios es responsable de este mundo de mierda, lo negaría por todos los medios: trataría de evitar que lo hicieran responsable a dios de este desastre. Por eso, si yo fuera fiel ferviente peronista, me dedicaría más que nada a negar su existencia, disimularla, minimizarla todo lo posible. El peronismo ha gobernado treinta de los últimos cuarenta años? Si el peronismo existiera, sería como dios: el responsable de este país-desastre.”

Para Caparrós, el peronismo no existe por la cantidad increíble de ropajes ideológicos que fue adoptando. Le parece insólito que saquen pecho los peronistas como si fueran inocentes de esas patéticas volteretas y de la catástrofe nacional.

Se queja, a su vez, de que el revival setentista de los Kirchner malversó los verdaderos sueños de aquella generación diezmada. Caparrós formó parte de los jóvenes que querían instalar el socialismo extremo en la Argentina, y se queja de que el setentismo haya quedado vinculado únicamente al uso de la violencia. Mi discrepancia con los setentistas va más allá del uso del asesinato político como praxis y se instala en la torpe, delirante y peligrosa manera de hacer política que esa generación presuntamente brillante demostró a la hora de la verdad. La apropiación de la “heroicidad” setentista por parte del Gobierno creó, según Caparrós, “una confusión fundamental: que ahora los montoneros mandan, que este gobierno es la concreción de las voluntades de aquellos hombres y mujeres. Es sorprendente -agrega-: cualquier comparación veloz de las ideas políticas de unos y otros muestra la diferencia abismal entre esos militantes que querían un mundo sin ricos y estos ricos empresarios que no paran de hacer plata”.

Por las dudas, por los tiempos que corren, el narrador de Argentinismos se define: “Fui de esos que tuvimos que dejar la Argentina mientras el matrimonio Kirchner hacía buenos negocios; de esos que criticábamos al peronismo de Menem mientras el matrimonio Kirchner y su gobierno peronista hacían buenos negocios; de esos que trabajábamos para recuperar la historia reciente mientras el matrimonio Kirchner prohibía en su capital marchas de las Madres”.

Desde la izquierda, critica la ley de medios, el desendeudamiento y otras martingalas kirchneristas. Y también, a La Cámpora, que “no organiza barrios ni dirige centrales estudiantiles ni arma corrientes sindicales ni consigue puestos electivos en consejo y diputaciones? Que el retorno de la militancia -reflexiona- esté fogoneado desde el poder, y que se instale tan fuertemente en él es un signo de estos tiempos”. Y recuerda que estos militantes neosetentistas no se mueven en la austeridad, sino en el lujo.

Pero sería injusto aseverar que Caparrós hace girar su lúcido ensayo únicamente en torno del fenómeno coyuntural del kirchnerismo. Parte de esta mecánica de división y de dogmas inconmovibles que están de moda para navegar otras aguas y para poner todo en duda. Se jacta incluso de dudar. Contrapone al riesgoso verbo “creer” el luminoso verbo “dudar”, y hunde su cuchillo en todos los territorios, da vuelta todas nuestras creencias, y nos hiere con su filo, puesto que nos pone a pensar el futuro. Es inusualmente arriesgado lo que hace y propone. El filósofo Francis Bacon decía: “Quien no quiere pensar es un fanático; quien no puede pensar, es un idiota; quien no osa pensar es un cobarde”. Podemos elegir en qué casillero vamos a refugiarnos.

Sobre la vida a la izquierda de los K – Página/12

“El debate del año, no se lo pierdan”, decía un joven militante de En Clave Roja, la agrupación universitaria de Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS). Eran las 19 del jueves y el hall de la Facultad de Ciencias Sociales empezaba a llenarse de público. “El movimiento kirchnerista depende de una persona, supongan que Cristina se deprime porque le prima más el pesimismo que la esperanza y no va a ser candidata, ¿qué pasaría? ”, provocó Christian Castillo, dirigente del PTS, director del Instituto de Pensamiento Socialista (IPS) Karl Marx que organizó el encuentro, y candidato a vicepresidente del Frente de Izquierda (FIT).

En la presentación aparecieron las únicas coincidencias, todos son docentes universitarios. Además, María Pía López, Horacio González (director de la Biblioteca Nacional), ambos miembros de Carta Abierta, comparten la profesión de sociólogos y ensayistas con Castillo y Eduardo Grüner, quien, al igual que Pablo Alabarces, puso su firma en adhesión al FIT.

“Es un gran momento para el PTS y para nosotros”, arrancó González, y abordó, con lujo de citas, la llamada cuestión nacional, la fascinación de las izquierdas por las cuestiones populares y la atracción de la lucha de clases “que aparece de manera compleja, pragmática y ambigua en los movimientos nacionales”. Destacó que “en los movimientos nacionales es menor potencialidad temática y mayor componente popular, mientras que en la izquierda se da a la inversa”. Cerró su primera intervención afirmando que “el momento actual es delicado, profundo y de enorme atracción, con mi esperanza explícita, que no prosperará sin debate respetuoso”.

Alabarces contó la sorpresa que provocó su firma de apoyo al Frente. “Parece que mi imagen quedó congelada en aquel apoyo a Pino Solanas en 2009”, dijo. Para Alabarces “peronismo de izquierda es un oxímoron, una contradicción imposible”. Luego, relató que “desde el ’89 cada año recibía la llamada de compañeros del peronismo auténtico, que fueron los que conformaron el grupo Calafate”. Pero finalmente se posicionó con una frase de Antonio Gramsci que sería utilizada luego. “Creo que es más necesario radicalizar el pesimismo de la inteligencia antes que caer seducido por el optimismo de la voluntad, que es lo que aqueja a los compañeros vinculados a esta nueva izquierda peronista”, dijo. Y lanzó: “Lo mejor que le puede pasar al kirchnerismo es un crecimiento enorme del FIT”, sentenció.

María Pía López redobló la apuesta diciendo que al kirchnerismo lo beneficiaría el crecimiento “no sólo del Frente, sino también del solanismo y de la conflictividad social”. Para la socióloga, “el pesimismo de la razón podría llevarnos a considerar negativamente mucho del kirchnerismo, pero también nos puede llevar a suponer que no hay posibilidad de una autonomía de clase en las condiciones reales de los sectores populares argentinos”. Y agregó que ese concepto plantea “cuál es el grado de escepticismo que pueden tolerar nuestros cuerpos y almas”. Y confesó: “Cuando estoy optimista pienso que ciertas formas reparatorias, democratizantes del kirchnerismo son un paso hacia otra cosa, y cuanto más reconciliada estoy con la época es porque estoy más pesimista, porque lo que viene es un cierre feroz en el que esos pedacitos emancipatorios serán un saldo a liquidar y vendrá la revancha”. A su criterio, “este momento histórico merece compromiso porque fue capaz de interpretar y profundizar elementos democratizantes del 2001, como la no represión a los movimientos sociales y reparaciones como la Asignación Universal por Hijo”.

El anfitrión Castillo habló como en un acto de campaña. “El kirchnerismo no está contento con el aumento de la conflictividad social, con 50 días de huelga en Santa Cruz”, confrontó con López. “La intelectualidad kirchnerista construyó que a la izquierda no había nada, que las luchas de la izquierda eran funcionales a la derecha, como la lucha ferroviaria que incomodó mucho a un sector de la izquierda K porque terminó en el asesinato de Mariano Ferreyra por la patota de Pedraza, apañada por el Estado en un negocio en el que fue socio de la Unión Ferroviaria”, enumeró. “Cada vez que el movimiento de masas tendió a superarlo por izquierda, el kirchnerismo estuvo del otro lado, tuvo una política de domesticación, contención y esterilización de los movimientos populares”, agregó para enseguida demandar a los intelectuales kirchneristas que se pronuncien en contra del procesamiento de “4 mil compañeros por luchar”. Según dijo, “no te reprimen a veces, aunque sí a los qom y en el Indoamericano, pero te persiguen judicialmente en forma implacable”.

Grüner afirmó que “la clase dominante aprendió que bajo el actual gobierno se pueden hacer buenos negocios, lo cual ahuyentó todo peligro destituyente, y hacen cada vez más necesaria una oposición de izquierda”. Retomando el debate sobre la “batalla cultural”, indicó que “cuando allí surge el exceso se puede apreciar que los enemigos no lo eran tanto, tironeaban respetando las coordenadas de la misma lógica hegemónica”. Grüner afirmó que “hay muchísimo a la izquierda del kirchnerismo, como en Neuquén, donde la sociedad cometió el exceso de elegir a un obrero de una fábrica recuperada, y algunos decidimos apostar a que haya muchos más excesos, no 6, 7 u 8 sino miles de excesos”. El público aplaudió.

En la réplica, González se quejó del “menosprecio a la conciencia de miles de personas” porque “hay una voluntad popular no cooptable”. López enfatizó la incapacidad de la izquierda de asumir sus fracasos y lamentó que se atribuya al kirchnerismo cero poder para construir, porque sus logros solo serían producto de un viento de cola externo, y máximo poder de manipular, corromper y cooptar. “Es más fuerte que Kaos”, bromeó. Cerca de las 23, la señora que había cuestionado a Castillo por no ver “nada de lo bueno”, entre enojada e indignada le dijo: “Mire, mi mamá tiene su jubilación gracias a este gobierno y eso no es poco”. Y se fue.

La Cámpora y la cultura menemista – plazademayo.com

Por Gabriel levinas

Un grupo de hijos de, con amigos de, han logrado en poco tiempo conmocionar el mundo de la política ocupando espacios de poder y presupuestos públicos para consolidarse como el recambio del kirchnerismo.

Militancia, trabajo, dos palabras con mucho en común. Aprendí que en ambos casos se comienza desde abajo, desde lo más simple, y casi siempre lo menos divertido.

A los 15 años, tenía las tardes libres y decidí trabajar en la empresa de mi padre. Mi esperanza era poder rápidamente dar órdenes, llevar a la práctica mis ideas modernas y beneficiosas. La vieja manera de dirigir el negocio que tenían mi padre y sus hermanos había dado frutos, aunque yo consideraba que no lo suficiente. El mundo estaba cambiando y los viejos no lo entendían.

Cuando me presenté con todo mi entusiasmo un lunes a las dos de la tarde, papá me acompañó al sótano, me llevó con el jefe de expedición y éste me puso a hacer paquetes sin ver la luz del día durante todo el resto de la tarde. Así pasé los primeros cuatro meses, trayendo las prendas y envolviéndolas. Yendo y viniendo durante horas por los pasillos abarrotados de mercaderías.

Cuando Pedro, mi jefe, un buen tipo, severo, le avisó al viejo que yo estaba trabajando bien, se me permitió ver la luz nuevamente y acompañar al chofer de una de las camionetas a repartir esos paquetes a los clientes de la capital y el Gran Buenos Aires. Bajaba y subía del vehículo con los remitos firmados.

Para hacerla corta, fui conociendo lentamente durante esos años todas y cada una de las secciones de la empresa, desde la moldería hasta las ventas. Jamás llegué al escritorio con secretaria que tanto deseaba.

Antes de que eso fuera posible me fui a trabajar por mi cuenta.

Paralelamente comencé a militar en un partido de izquierda. El arranque fue parecido. Yo, joven y arrogante, creía saber exactamente lo que le convenía al país, pero no podía llevarlo a cabo, tenía que buscar la manera, dificultosa por cierto, de convencer a mis compañeros de célula para que las ideas suban un escalón más arriba y fueran consideradas. No era fácil.

En nuestro grupo discutíamos cultura, éramos pintores, gente del arte y de la música. La plataforma del partido se nutría de las ideas de cada una de esas células, y todos discutíamos todo.

Algunos, muy pocos, trabajaban tanto dentro del partido que no tenían tiempo para ganarse la vida. Los demás aportábamos de nuestros sueldos para su manutención.

Aunque los mirábamos con cierto recelo, debían justificar tal honor.

Conocíamos casos de los partidos hermanos donde alguno llegaba a concejal, incluso a diputado y donaba la mitad de su salario a su partido.

También circulaban sospechas de algún viejo militante que al final de la ruta, al acercarse a una pequeña cuota de poder, metía la mano en la lata. Raro, pero pasaba.

Hoy La Cámpora se propone como el semillero de donde surgirá el recambio en el liderazgo del proyecto nacional y popular que encarna el kirchnerismo.

Y el semillero, como tal, es por demás extraño. Al pibe en lugar de mandarlo al sótano lo mandan de movida a ocupar un cargo en el directorio. En lugar de enseñarle a producir, le pagan un sueldo que obtiene del Estado para militar en un proyecto político partidista.

Cobran sueldos de organismos estatales para realizar actos políticos tendientes exclusivamente a la consolidación del poder.

No hay plataforma, los militantes hablan permanentemente de proyectomodelo. No hay dónde leer más de una carilla que explique el significado de tales palabras.

El propio Jaime, símbolo de la corrupción del kirchnerismo, es tesorero de la sección cordobesa, parte de un grupo que pretende diseñar el futuro de nuestro país. Desde el inicio nomás se emparienta con lo peor de la política.

El número uno de La Cámpora, Larroque, es subsecretario de Reforma Institucional para el Fortalecimiento de la Democracia. Reemplazó a Marta Oyhanarte, quien cumplía una excelente labor al frente del organismo que es, casualmente, el que debe aplicar el libre acceso a la información pública.

Marta fue brutalmente desplazada junto con otros funcionarios y empleados, algunos de ellos fueron literalmente patoteados y ahora la Secretaría funciona como un tapón a la transparencia que debe cuidar.

Los datos que dan cuenta del número de militantes que fueron incluidos en alguna nómina estatal es difícil de corroborar, justamente por la imposibilidad que desde la misma Cámpora se alienta para los organismos estatales: impedir el acceso a la información.

Trecientos muchachos pusieron en Aerolíneas, donde el hijo de Recalde es el presidente; como buen hijo de rico gasta más dinero del que tiene NUESTRA línea de bandera. Nadie ve trabajar a los 300, aunque hay quienes dicen haberlos visto votar en alguna asamblea. Otros fueron a parar a la Anses, a la legislatura o a la Corporación Puerto Madero.

Recientemente, tras la muerte del coordinador de Deportes en la Ciudad Universitaria, lo reemplazaron, y él nuevo, de una, metió 15 profesores más de la organización.

Cientos de jóvenes que básicamente cobran por militar. Otros, más grandecitos, han conseguido puestos que difícilmente hubiesen conseguido si no fuesen “hijos de” o “enviados por”.

Los líderes inauguran filiales de La Cámpora en la Ciudad de Buenos Aires y en todo el país más rápido de lo que consiguen adeptos; son lo mismos que alientan en grotescas fiestas —choripán de por medio — teatralizaciones de mal gusto, subestimando al público presente con luchas simbólicas entre pingüinos y gorilas, con guiones y finales absolutamente previsibles. Como son militantes, ellos lo llaman chicanear. Para el vecino común, es simplemente una agresión.

Ésta es la manera que tiene el casi siempre presente subsecretario Larroque, de fortalecer la democracia.

Por momentos parecen más barrabravas que políticos. No es así, claro, cuando se los ve sentados en los restaurantes de Puerto Madero: ahí hacen recordar al grupo “sushi” de la época de De la Rúa.

Éste es el proyecto, el semillero que intenta formar a los futuros dirigentes del modelo nacional y popular, quienes también manejan la Secretaria de Justicia de la Nación. Tal vez son una metáfora que sirve para explicar muchas de las cosas que la maniatada justicia no puede. Este proyecto juvenil está reproduciendo lo que la justicia oculta. La naturalización de una nueva moral. Esa verdad de Perogrullo que dice que corruptos son todos, que esto es Latinoamérica, pero por lo menos hicieron esto y aquello. Enfrentaron al monopolio.

Este tipo de argumento —cada vez más esgrimido— no hace más que estamparnos en la cara una terrible realidad: La Cámpora es simplemente una evidencia más de la consolidación de la cultura menemista. Cultura que nos legó la idea de diluir los actos de corrupción en el mar de una sociedad corrupta, en el “todos lo hacen”, en el “siempre fue así”.

Y a estos jóvenes dirigentes, futuros ministros y hasta presidentes, se los entrena en la más perversa forma de acumulación de poder.