El Correo Kirchnerista y Beatriz Sarlo – La lectora provisoria

por Quintin

Hoy fui al Correo Argentino y me quedé con la boca abierta frente a un enorme cartel que pedía materiales fílmicos para el documental sobre Néstor Kirchner que dirigirá —para vergüenza propia y ajena— Adrián Caetano. Además de un empalagoso elogio a NK, el cartel anunciaba que el envío de esos materiales es gratuito y será devuelto al remitente en treinta días. Además de anunciar el transporte de material proselitista con dinero público, la oficina de correos perdía su simbólica neutralidad y su benévola universalidad para transformarse en otro nodo de la propaganda oficial. El tamaño del póster con la foto de Néstor me hizo pensar que había entrado en una Unidad Básica y había algo intimidatorio en una escenografía agresiva con los usuarios y tal vez más con los empleados, asociados a ese cartel impúdico ubicado exactamente debajo de sus ventanillas.

Supongo que Beatriz Sarlo tendrá poco que decir al respecto después de la declaración de ayer que reproduce Clarín. Según transcribe Susana Viau “Sarlo señaló que lo suyo es una simple percepción, aunque esté convencida de que ‘ese aire de fiesta existe’ y se prevenga con una ironía: ‘quizás soy una kirchnerista “malgré moi’”. Creo que el malgré moi está empezando a sobrar desde que Sarlo le dedicara a Kirchner un encendido obituario que, proviniendo de una intelectual tan prestigiosa, ayudó al proyecto de canonización cívica de NK del que el documental es uno de sus aspectos más grotescos.

Kirchner gobernó Santa Cruz con autoritarismo feudal (sin justicia, sin prensa independiente, sin oposición parlamentaria, con reelección indefinida) y allí comenzó a enriquecerse de modo obsceno. Como presidente efectivo o consorte fue ingenioso para acumular poder, hábil para inventar adversarios imaginarios, demoledor para destruir opositores reales y artífice de este agonismo extremo que Sarlo llama fiesta, con su economía a medida de los amigos y un sistema de propaganda que nada debería envidiarle a los sistemas totalitarios del siglo XX, articulado en nauseabundos bochornos como 678 y la publicidad del fútbol.

En todo caso, aunque el Correo y Sarlo opinen lo contrario, esta fiesta tampoco es la de todos. Por lo pronto no lo es de los que no compartimos la hagiografía oficialista ni participamos de la religión secular que tiene a Néstor Kirchner como profeta y se baña en el agua bendita de una militancia tan eufórica como negadora de la realidad. Pero algunos siguen creyendo que las multitudes orientadas desde el Estado construyen el sentido de la historia y no hay nada malo en que así sea. Por eso les parece normal que el correo también sea kirchnerista.

Algunas ideas sueltas para entender qué pasa con el canal infantil Paka Paka – Latin American Media & Entertainment Observatory

Cablevisión debería realizar todas las gestiones técnicas y contractuales para sumar a su grilla a Paka Paka e Incaa TV, es cierto. Pero eso es tan cierto como que el Gobierno esconde detrás del pedido por el canal infantil del ministerio de Educación otro interés: instalar CN23 la señal de (buenas) noticias del tándem Szpolski-Garfunkel, totalmente controlada por la usina informativa paraestatal (Dato: al menos el 80% de la facturación de ese grupo mediático proviene de la pauta oficial). Si no, no se comprende mucho la embestida (una más) contra Clarín.

En los últimos días asistimos en Argentina a otra discusión incomprensible: el Gobierno Kirchner acompañó un recurso de amparo en la Justicia para pedir la incorporación en la grilla de Cablevisión de Paka Paka y organizó un festival frente al Ministerio de Educación, al que asistieron numerosos funcionarios. En tanto, Cablevisión salió a explicar por qué la señal infantil no está en su programación.

Cablevisión (grupo Clarín) no es el único sistema de medios que no incluyó esos canales en su grilla. El segundo operador de TV paga de Argentina es DirecTV, con 1,3 millones de hogares conectados y tampoco incluyó Paka Paka en su grilla ni lo hará. ¿Por qué el Gobierno no arremetió ahora contra DirecTV por “censurar” a Paka Paka? Facilísimo, porque ese conglomerado global (que factura el triple que el Grupo Clarín) ya incluyó en su programación a CN23. Los argumentos de DirecTV para descartar la incorporación de Paka Paka e Incaa TV a su grilla son parecidos a los de Cablevisión y están relacionados con la capacidad de transporte de señales de sus respectivos sistemas (para incorporar nuevas hay que dar de baja algunas de las existentes, 1 x 1) y con la existencia de lazos contractuales vigentes. De hecho, para poner CN23 en su grilla, DirecTV dio de baja un cultural cultural argentino histórico Canal (a).

Tampoco es verdad que todos los sistemas de cable del país ya transmitan el canal infantil y el de cine argentino y latinoamericano (Incaa TV, que a mi también me gustaría tener en el televisor) y el único que se resista sea el grupo Clarín. En el interior argentino profundo, una indeterminada cantidad de cableoperadores pymes tampoco baja la señal y por lo tanto no la distribuye entre sus abonados. ¿Qué responden al grupo Clarín? ¿Le tienen miedo? No, ahora que el fútbol es “gratis”, nada que ver. Por una parte, se trata de empresas que tienen varios miles de clientes y están algo atrasadas tecnológicamente. Podrían emitir gustosamente Paka Paka pero para eso tal vez deberían estar completamente en regla para pedir el decodificador oficial, o poder transmitir 40 canales que se vean bien. Personalmente, se de varios casos concretos para protegerlas prefiero no mencionarlas. Por otra parte, hay decenas de cableoperadores (algunos cooperativos) que ya pidieron los decodificadores y aún no los recibieron. ¿Por qué tanto apuro en Buenos Aires y tanta demora en el interior? ¿Dónde es que vota la gente? Ah, eso no tiene nada que ver, claro. Además, ¡los chicos no votan!

Tampoco emite Paka Paka un sistema de TV paga inalámbrico que se expande rápidamente en Capital y Gran Buenos Aires: Antina. Este proveedor, el primero en ofrecer televisión digital, tiene cerca de 70.000 abonados y muchas limitaciones para ampliar la capacidad de transporte (cuya expansión depende de la disponibilidad de espectro radioeléctrico, algo que nunca abunda y que siempre depende de la buena voluntad del gobierno de turno).

Entonces, vamos a los números: en Argentina hay un total de 10,5 millones de hogares; 7,5 millones de los cuales, están conectados a algún sistema de TV paga. De estos últimos, la amplia mayoría no accede a Paka Paka (3,5 millones, de Cablevisión + 1,3, de DirecTV + no menos de 500 mil, del resto). Los que sí incluyeron en su grilla el canal reclamado por los grandes para los chicos, son Telecentro (el único que cumple a rajatabla con la grilla oficial) y Supercanal (aunque no estoy seguro de que esté en todas las -variadísimas- plazas donde opera). Entre ambos suman 1,5 millones de hogares abonados. Unos 600.000 abonados están conectados a otros proveedores de TV: las cooperativas agrupadas en Colsecor, empresas medianas como Gigared (opera en el litoral, quiere hacerlo en Capital pero Macri no la deja) y alguna otra satelital, como INTV (vinculada a la Red Intercable).

¿Todo es culpa de Clarín? Parece que hay más de un culpable, empezando por el propio Estado. Sí, sí, porque si hay tanta resistencia para sumar una señal oficial a la grilla por qué no la hubo con otra señal oficial, que además sigue en la grilla (por suerte): Encuentro. Cuando se incorporó el otro canal educativo del Ministerio de Educación se programó con mucho tiempo de anticipación, se trabajó con todos los proveedores simultáneamente, se fijó un cronograma y finalmente se concretó.

Por otro lado, en la era de Internet tampoco es cierto que Paka Paka esté censurada: con casi 5 millones de hogares conectados a la Web (la amplia mayoría de ellos a la banda ancha), y la señal del ministerio de Educación convenientemente emebida en el su sitio web, cualquiera puede stremearla (como dice un alumno mío). Es decir, cualquiera puede ver Paka Paka por Internet. ¿Qué no es lo mismo? Bueno, el estatal Canal 9 (¿qué no es estatal? Vean aquí) emite tres o cuatro horas de Paka Paka cada mañana y el otro estatal, el Canal 7, lo hace por la tarde. En cambio, no pasa lo mismo con Incaa TV, a quienes pregunté por qué no tienen la señal en la web para stremearla (o incluso para ver contenidos a demanda, si total tienen todos los derechos). Lástima, el Gobierno no responde a periodistas que no pueda controlar. Paka Paka también puede verse generosamente en varios segmentos que transmite su canal hermano, Encuentro.

En conclusión, lo que el Gobierno quiere -a mi criterio- es empujar detrás de Paka Paka a CN23, una de las primeras señales en subirse a la plataforma estatal de la TV digital terrestre, cuya audiencia actual es un misterio aún irresuelto, pero de cuyo futuro nadie (ni los más escépticos, dudan). CN23 es una de las seis cadenas de televisión especializadas en noticias (se sumó a TN, Crónica, C5N, Canal 26 y A24, eso sin contar Telesur). Claro, de fondo está la pelea “más grande” por imponer el relato “propio” -que hay que reconocer que el Gobierno Kirchner viene ganando-.

Y finalmente, es un dato clave que sean los grandes los que piden la señal para los chicos (digo, chicos como Alejandro Dolina). En el horario de Encuentro, yo hice la prueba con mi hijo, y no duró mucho la cosa. El chico pidió rápidamente el cambio por alguna de las otras señales infantiles que no andan con tanta vuelta y dedican el 90% de sus programas a la animación. Más vale que anoten este tipo de comentarios maliciosos en el Ministerio de Educación porque si no, cuando Cablevisión, DirecTV y los demás operadores finalmente incluyan ese canal en la grilla y tengamos Paka Paka para todos, puede ocurrir que no la vea nadie. O ¿A alguien le interesa que los chicos vean contenidos en su idioma y con su impronta cultural? A mi, sí. ¿Al gobierno? ¿A las empresas?

Por un periodismo no fascista – Perfil.com

Por Tomas Abraham 

No es cuestión de hacerse los finos y disfrazarnos de epistemólogos. Dos mil quinientos años de filosofía no han podido lograr un consenso sobre qué es la objetividad. Lo que sucede con el periodismo en nuestro país no es parte de esta eterna discusión sobre neutralidad, subjetividad o imparcialidad. Se trata de fascismo. No hay que olvidarse de esta palabra. Hay un capitalismo fascista.

Cuando se elabora el relato fascista del poder, se junta dinero para hacer propaganda mediante un pelotón de mercenarios al servicio de los jerarcas. Frente a ellos no se persignan pegados a un paredón un coro de vírgenes desnudas. Los medios masivos de comunicación no son angelicales: tienen sexo. Constituyen un fenómeno político. Se lo llamaba cuarto o quinto poder. Pero, hace mucho tiempo, una casta de ciudadanos entre el Pireo y Atenas inventó la democracia. Reforzaron la idea en 1668, 1776, 1789 y la extremaron con pobres resultados en 1917.

La idea del inicio no ha variado. Las democracias existen para proteger a la ciudadanía de la arbitrariedad de los poderosos. Los que mandan son los que tienen armas y dinero. Con estos recursos pretenden hacerse dueños de las palabras. Si el mecanismo de defensa de las libertades depende de una burocracia política que distribuye armas y dinero para un bando que la favorece, se desencadena la guerra civil.

La erosión suicida no siempre es un fuego fatuo. Puede ser larvada, constituir un murmullo que se agita o se calma de acuerdo con cada ocasión, una provocación para beneficiarse con la furia descontrolada de un adversario enloquecido, una estrategia a mediano plazo para monopolizar la información.
Por eso es beneficioso que, frente al poder instalado en los gobiernos que manejan sin controles la hacienda pública, como sucede en nuestro país, existan polos empresariales poderosos propietarios de los medios. Es un equilibrio necesario ante los ilegalismos impunes que custodian la manipulación informativa desde el Estado. Mejor varios Leviatanes que uno solo. Mientras los gigantes se miran y miden, los pequeños se infiltran y logran hacer lo suyo.

Un Estado democrático es aquel que, frente a una realidad en la que el dinero manda, pone en funcionamiento la ley que hace porosa la estructura de poder de la sociedad. Fomenta la dispersión de las fuerzas de opinión y posibilita la multiplicación de las fuentes emisoras que dan cuenta de la realidad.

Hasta el momento, la Web es un medio extraestatal democratizador que ahorra trabajo político vertical, diagramación piramidal y gestión ecualizadora. El fascismo se define por la superposición entre información y propaganda. Se basa en el sofisma de que sólo hay propaganda. Que todo es poder. Que nada hay que no sea poder. De este modo el espacio de la información está marcado por una serie de bunkers ocupados por trincheristas que disparan sus avisos y consignas al éter publicitario. Se hacen llamar militantes u operadores. Son soldados de una causa. Frutos natos de la obediencia debida.

La sociedad se convierte en un auditorio ampliado que se divide en sectas a las órdenes de un gran hermano adorado y protector. Los periodistas adulan a su clientela, a sus ramones y rosas, y éstos los obsequian con sus ofrendas de amor.
Esto no es un invento del kirchnerismo y viene de lejos. Lo que hace este gobierno es participar de la fiesta mercenaria y ser uno de sus principales protagonistas. La concentración es un fenómeno mundial como lo es la fusión financiera de medios con otras ramas del mercado de bienes y servicios.

No es en este aspecto que reside la diferencia con otros países. Lo que marca el rasgo distintivo que caracteriza el comportamiento de una colectividad es el promedio educativo de una población y los valores que comparte. El periodismo es una de las ramas de los aparatos educacionales de una sociedad. Es un órgano de producción cultural.

Si la sociedad posee instituciones sólidas y variadas de producción de conocimientos y difusión de obras de valor del pasado y del presente, si la investigación de nuevos problemas y el impulso al desarrollo de fuerzas productivas que necesitan de la ciencia y de la tecnología promueven la diseminación de los espacios de creación, discusión y fundamentación de cada uno de los aportes cognitivos, entonces no hay gigante que se coma toda la realidad y la devuelva maquillada. La sociedad se vuelve exigente y no acepta cosas truchas. Es una cuestión de nivel educativo.
Al periodismo no fascista se lo descalifica como liberal. En nuestro país un liberal es un gorila o un oligarca. En otros lugares y otros tiempos, los liberales eran los disidentes que se jugaron la vida para que no hubiera más inquisidores. Así que no tenemos palabras afirmativas para el periodismo no fascista, aquel que aún considera que el análisis de la actualidad sigue siendo una tarea intelectual.
Toda tarea intelectual requiere como condición sine qua non multiplicar las fuentes de información. Es polifónica. Compara, puede tomar posición respecto de cada tema, pero lo hace al tiempo que ofrece un abanico explícito de alternativas que dispone en estado polémico. Si su ambición es mucha, hasta puede crear un espacio de pensamiento.

En un reciente documental, Public Speaking, de Martin Scorsese, sobre la escritora norteamericana Fran Leibovitz, ella decía que el mundo de la información estaba apagado. Sostiene que a nadie le interesan las noticias. Todos quieren opiniones. No hay más noticias, hechos, acontecimientos. La opinología que tantos desprecian se ha convertido en la máxima aspiración comunicacional. Se ha perdido el arte de la construcción de la noticia. La demagogia, la moralina y el culebrón no han dejado restos.

Al parecer, a nadie se le ocurre que el periodismo es una de las ramas de la historia y que el periodista contribuye a pensar la historia del presente.
Cuando una sociedad se constituye en un foro de propagandistas se embrutece. Se vuelve imbécil. Escupe afiches. No piensa más. Elige muñecos y los quema. Se regodea en su fanatismo. Acusa a quien sea de acuerdo a la receta que le entregan los mayordomos del Jefe o Jefa del Castillo. No tiene otro ideal que la servidumbre voluntaria.

Banquito – Newsweek

Por Martín Caparrós
Quién pudiera tener esas certezas. Quién pudiera estar en alguno de esos bandos, subido a algún banquito.

Desde banquitos te dicen que es un atentado intolerable contra la libertad de prensa en la Argentina, y no paran de hablar de algo que llaman democracia. Desde banquitos te explican que es un conflicto sindical, nada muy grave, y empiezan a hablar de cualquier otra cosa: la sangre de los chicos Noble, por ejemplo.

Quién pudiera. Quién pudiera decir, por ejemplo, en La Nación, que “lo que sucedió anteanoche fue la más grave agresión contra el periodismo libre desde 1983, dispuesta por la cima de un poder político sin medidas ni límites”. Quién pudiera contestar, por ejemplo, en Tiempo Argentino que el hecho de que esos “voceros levanten ahora la ‘libertad de expresión’ para aplastar el derecho sindical al reclamo es un gesto de barbarie intelectual, rayano en el clasismo salvaje del siglo XIX”.

Los leo y me desespero, porque me parece que los que dicen que es un atentado intolerable deben tener razón, pero no dicen que Clarín no permite que sus trabajadores formen comisiones internas –y, cuando las forman, los echan.

Pero también me desespero porque los que defienden heroicos la libertad de agremiación deben tener razón, pero llevan ocho años sin darle la personería a uno de las agremiaciones más numerosas de la Argentina, por ejemplo: la CTA.

Y también porque Clarín, gran defensor de la libertad de expresión, es el mismo que, cada vez que sale un diario nuevo que no es suyo, trata de ahogarlo apretando a los avisadores para que no le pongan publicidad –lo cual es más brutal, bastante más brutal que pararse en la puerta, aunque supongo que legal según las leyes del capitalismo de mercado.

Y también porque los mismos oficialistas y oficiales que ahora están tan preocupados por el conflicto balbucean cuando les preguntan por qué el conflicto lleva casi siete años, porque no pueden contestar que durante cuatro de esos siete el gobierno era tan amigo de Clarín que no solía presionarlo para que aplicara justos derechos sindicales. (Gran momento de televisión, este lunes: el ministro Tomada alabando la lucha sindical de los delegados de Clarín frente al delegado de Clarín Luis Siri, y el delegado contestándole que él y sus compañeros se sintieron abandonados por el ministerio; risas nerviosas, frases de compromiso).

Pero, aún así, los discursos funcionan, me interpelan: estoy de acuerdo en que no se puede parar la salida de un diario, estoy de acuerdo en que no se puede impedir que los trabajadores se defiendan. Escucho los argumentos de uno y podría estar de acuerdo, y escucho los del otro y podría estar de acuerdo. Son gente sólida, preparada, segura de lo que está diciendo. Me gustaría tanto –me aliviaría tanto– poder estar a favor de alguno de ellos, saber dónde está el bien y dónde el mal. La vida es mucho más fácil cuando uno sabe dónde está el bien y dónde el mal. En busca de esa facilidad la gente se hace religiosa, patriota, hincha de fútbol.

Por eso sigo pensando quién pudiera subirse a los banquitos, perorar con verdades, libertades, grandes palabras de alguna moral. Los envidio –de verdad los envidio–: quién pudiera tener esas certezas más o menos férreas, más o menos ciegas. Es tan bueno tener certezas, saber cómo es el mundo, poder catequizar –y ser coherente con lo que uno dice. Y es tan buen negocio tener certezas: podés venderlas bien en el mercado de certezas –los medios, la verdulería, los empleos, las prebendas– y siempre hay gente que te quiere por tus certezas, lo firmes, lo bien expresadas, lo valientes que son.

Yo no lo logro, últimamente, y me desespero más porque no quiero situarme en el medio, no quiero pensarme neutral, templado, calmo; al contrario, me gusta embarrarme, embanderarme. Lejos de mí postular que hay dos demonios y que quiero mantenerme equidistante. No quiero, y además en este caso creo que hay uno solo, el mismo tipo de demonio: unidades de negocios y poder que se pelean por un solo queso a gritos de principios. Unos argumentan con la distribución de la riqueza que nunca se cruza con sus negocios, otros con la libertad que sólo sostienen cuando no se les cruza algún negocio. Unos se cargan el discurso de la libertad de prensa usándolo desde el poder de quienes nunca la respetaron; otros se cargan el discurso de la libertad sindical usándolo desde el poder de quienes nunca la promovieron: dos patotas que se pelean por pedazos del pastel y lo cuentan como si estuvieran a punto de salvar al mundo de la invasión de los marcianos.

Y encima los dos te miran con odio o con pena si no apoyás sus argumentos, si no te alineás del lado donde, sin duda, anida la verdad justo antes de lanzarse en proceloso vuelo. No es mentira, no es ironía barata: de verdad me gustaría ser uno de ellos. Mi vida, palabra, sería mucho más fácil.

El 24 de marzo más pequeño

Los organismos de derechos humanos que convocaron a recordar los 35 años del golpe militar, dirigentes gremiales, nietos recuperados y medios oficialistas quisieron hacer explícito lo que resultaba de por sí evidente: éste era un 24 de marzo singular, dijeron, “el primero sin Néstor Kirchner”. Madres y Abuelas saben más que nadie que la frase entraña, en el mejor de los casos, un error. No era la primera vez que Kirchner estaba ausente: hubo muchas, veinte, tantas como los 24 de marzo transcurridos desde el retorno de la democracia hasta su llegada al poder. Recién entonces, en 2003, el santacruceño sacó a la luz los ideales y las solidaridades generacionales que decía traer desde la juventud, pero había guardado bajo siete llaves mientras crecía en patrimonio y triunfaba en la política provincial. De todos modos, que había sido un 24 distinto era una verdad dolorosa y grande como una catedral. En la plaza ondearon pancartas con la inscripción “Cristina 2011” y una enorme cabeza que intentaba asemejarse a la del ex presidente se balanceó sobre la muchedumbre. El Día de la Memoria, ese feriado tan discutible en su concepción y en sus efectos, era para muchos argentinos el primero de un largo fin de semana; para quienes fueron a la plaza y para quienes no fueron pero no eran indiferentes a lo que allí ocurría, el acto en el que año tras año habían expresado su repudio a la dictadura , a los campos de exterminio, la tortura y la muerte había adquirido el sabor inconfundible de un mitin de campaña . Las cosas como son.

Hebe de Bonafini hizo rancho aparte y no ocultó cuál era el sentido de su presencia en el Mercado Central. Transgresora siempre, sostuvo, con razón, que es más importante un crío sin hambre que la prisión de un asesino viejo y enfermo. Sólo que lo dijo en el lugar inadecuado, mientras compartía la tribuna con el empresario de la carne Ricardo Abruzzesi, un protegido del ministro de Planificación Julio De Vido, aspirante a intendente de La Matanza y con Amado Boudou, el candidato favorito de Cristina Fernández en la Capital, un cuarentón formado en los preceptos económicos de la derecha ultraliberal y más aficionado a las motos de alta cilindrada que a los pañuelos blancos y los complejos caminos del cambio social. Pero Hebe de Bonafini estaba allí, sobre todo, para que los empleados y los feriantes tuvieran claro que el “2011 es Cristina y sin ella no es posible la patria”. “Patria” es una palabra nueva en el lenguaje de Bonafini, una formidable oradora , una agitadora que hacía vibrar las piedras en las épocas en que su mensaje tenía una pura, inconfundible dimensión moral. A sus más de ochenta años, la presidenta de la Asociación de Madres de Plaza de Mayo sigue siendo desafiante y frontal, pero le han enseñado a callar . Tal vez por eso aceptó en silencio que Guillermo Moreno incursionara en el grotesco y llamara a Kirchner el desaparecido “30.001”.

Lo cierto es que ninguno de los dos escenarios, ni el de la plaza “K”, ni el del mercado, pidió explicaciones por el laberinto político que ha llevado al gobierno campeón de los derechos humanos a suscribir una alianza pampa con Carlos Menem, el símbolo de los denostados ’90, el hombre que indultó . Nadie preguntó tampoco si un puñado de votos justificaba la compañía electoral de Ramón Saadi y la descalificación de quienes se encolumnaron tras Marta Pelloni y Aída Morales en las procesiones silenciosas con las que Catamarca procuró sacudirse el feudalismo y la corrupción. Ninguna voz se alzó para inquirir por qué, en ese mosaico de intereses individuales donde se fragua el kirchnerismo, brotan con tanta facilidad las cuentas millonarias, las propiedades suntuosas y los troqueles truchos de los dirigentes obreros; a qué se debe que representantes de comunidades olvidadas se vean en apuros para justificar injustificables veraneos en lugares donde el derroche ofende; qué es lo que hace a esta materia con la que se amasa el poder tan diferente de aquella otra por la que, el jueves, miles de hombres y mujeres salieron a la calle. Los militantes del PO, del PTS y el Proyecto Sur no lo pasaron por alto y pusieron el dedo en la llaga cuando se retiraban de la plaza, al cierre de su propio acto. Los jóvenes K apagaron los ecos de las consignas que no querían oír cantando “Soy argentino/ soy soldado del pingüino”. La memoria y la verdad resultan, en ciertas circunstancias, más incómodas que la justicia.

Algún medio oficialista, además de ignorar las marchas de la izquierda, los radicales o la enorme demostración de la CTA en Mar del Plata, agregó otra particularidad al 24 de marzo de los organismos y lo describió como “el más masivo de la historia, hasta ahora”. Los cronistas suelen sentir la tentación de bañarse en las aguas de la historia para dar majestuosidad y grandeza a los acontecimientos que narran. Un gran periodista francés, educado en las sutilezas de la Compañía de Jesús y en los fragores de la Segunda Guerra Mundial junto al general Philippe Leclerc ponía paños fríos a esa tendencia a la desmesura y la justificaba con sorna y benevolencia. Total, decía, “el papel aguanta todo y se puede escribir cualquier cosa en una democracia, incluso desdeñando la democracia, el pudor y la veracidad”. En realidad, poco importa dilucidar si el cronista sacó bien sus cuentas y, efectivamente, el jueves tuvo lugar el 24 de marzo “más masivo de la historia”. Lo fundamental es que este aniversario había sido también el más pequeño . En algún punto de esa marcha se había perdido su condición de espejo en el que se miraba y se reconciliaba una ciudadanía plural , consciente de las luchas que no libró o satisfecha de las que había acompañado, incluso en tiempos de derrota; orgullosa, en fin, de una sociedad que se rescataba a sí misma de la barbarie. Lo que llegó casi a las puertas de la Casa Rosada fue en cambio otro acto kirchnerista . Un cartel hacía flamear una inscripción, impensable hasta no hace mucho: “Gracias Cristina”. Las Madres y las Abuelas deberían reemprender la evangelización, enseñar, de nuevo, que la libertad no es un regalo ni se agradece. Si se olvidara, algo del patrimonio colectivo volvería a estar en riesgo.

Martín Caparrós: "El Canal 7 es un engendro de propaganda rencorosa" – Politicaargentina.com

El escritor y periodista accedió a un reportaje en exclusiva con Política Argentina, e hizo hincapié en los temas más sensibles del proceso iniciado en 2003. Fustigó a la Televisión Pública y, principalmente, a 678, por ser un aparato que se usa para “criticar a quienes no estén cien por ciento de acuerdo con su discurso”, se distanció de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA) por elegir el camino del matrimonio igualitario, y pronosticó que volvería a votar a Pino Solanas. Además, se prestó a un interesante intercambio sobre la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual.

Hay algo de nihilismo en Martín Caparrós. En la hora que duró la entrevista, el escritor y periodista, vitalicio de la pléyade de literatos argentinos, se mostró visiblemente molesto con los medios públicos afines al oficialismo nacional, y no advirtió ninguna medida positiva de los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández. Definió a la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual como “una pelea entre ricos argentinos” y se refirió al kirchnerismo como “un grupito político que no ha producido ninguna transformación, ni siquiera relativamente significativa de la estructura social y económica de la Argentina”.  

-Firmaste el documento que legitima la discusión sobre la despenalización del aborto. ¿Por qué?
-Hace muchos años que creo que las mujeres tiene derecho a decidir qué hacen con su cuerpo. Lamentablemente, un aborto es una situación a la que a veces no tienen más remedio que llegar, pero si es necesario tiene que poder ser hecho en igualdad de condiciones, y no como pasa ahora en la Argentina, que las mujeres de clase media para arriba puedan abortar sin ningún problema y en buenas condiciones sanitarias, y en cambio las mujeres pobres no pueden hacerlo, porque no tienen el dinero suficiente y la salud pública no se los permite. Me parece un sinceramiento de la situación.

-En una contratapa de Crítica, sugeriste que los comunicadores que tienen un peso en la opinión pública blanquearan a quiénes iban a votar. En ese momento, vos hablaste de Pino Solanas como el candidato que más te seducía. A la distancia, ¿cómo lo ves? ¿Volverías a votarlo?
-Falta mucho para que haya elecciones y por lo tanto un año de sucesos, campañas, pronunciamientos y debates, pero en principio, sí, lo volvería a votar.

-La crítica que se le hace a Proyecto Sur desde algunos sectores de la progresía argentina por su teje de alianzas con el Grupo A, ¿lo ves como algo defectuoso o crees que es una articulación propia de la política?
-Primero, no veo que haya tejido alianzas, como vos decís, con el Grupo A. Me parece que, en ciertas cuestiones muy puntuales, su voto coincidió relativamente. En temas como el 82 por ciento móvil, la propuesta de Proyecto Sur era muy distinta a la del resto del Grupo A en tanto que incluía las formas de financiamiento de ese 82 por ciento móvil, cosa que los demás no hacían. Pueden coincidir, aparentemente, en algunos puntos, pero en general tienen una posición bastante diferenciada.

-Respecto a la represión que sufrió la comunidad Qom en Formosa, vos la presentaste como una lógica propia de la dinámica del kirchnerismo, porque el Gobernador acompaña al oficialismo nacional. Si partimos de la base que un proceso que produce transformaciones no puede no ser contradictorio, sujetarse del accionar de un barón oportunista, ¿no es un análisis un tanto superficial?
-Estoy de acuerdo en que un proceso que produce transformaciones incluye ciertas contradicciones; me gustaría saber cuáles son las que produce este proyecto. Alcanza con ver cómo se sigue distribuyendo el ingreso; cómo la diferencia entre los ricos y los pobres, si no se mantienen igual, incluso aumenta; cómo todos los datos duros de la sociedad argentina se han modificado poquísimo en los siete años de kirchnerismo, y aquellos que lo han hecho tiene que ver con la comparación de esos datos con la realidad de 2002. Pero si se compara con el ’97, el momento culminante del peor gobierno neoliberal que tuvo la Argentina, esas cifras son muy, muy parecidas. Me sorprende que se pueda hacer de ese proceso una especie de épica cuasi revolucionaria.

-Te presentaría los datos que discutiste con Artemio López, pero falta Formosa.
-Con respecto al tema de Formosa, lo que yo decía era que me parecía el clásico movimiento pendular que siempre usó el peronismo –dicho con toda la sorna del caso. En un momento en el que les parece que tienen contenta a la fracción progre –porque es lo que ha pasado en los últimos seis meses- se dedican a tratar bien a otros sectores. Entonces, un gobierno que habla todo el tiempo de los Derechos Humanos, y del respeto a las diferencias, y del cuidado de las minorías, y etcétera, etcétera, etcétera, da muestras de simpatía con un Gobernador que acaba de mandar a su policía a reprimir y, finalmente, por desgracia, a matar a ocupantes de tierras. El hecho de que sean aborígenes o no aborígenes, para mí es irrelevante; la supuesta legitimidad que les da derecho de que su sangre esté un poco menos mezclada que la de sus compañeros de una villa miseria de 200 kilómetros más allá, me parece irrelevante; lo importante es que son pobres argentinos.

-Imagino que la re estatización de las AFJP, la ley de medios, el matrimonio igualitario han sido medidas que las has visto con buenos ojos. ¿Esas no te parecen transformaciones?
(NdeR: Acá se desgrega tema por tema, pero el entrevistado los desarrolló todos juntos. Por ese motivo, algunos aspectos se retoman más adelante)

-Re estatización de los fondos de pensión.

-La re estatización del sistema jubilatorio me parece una buena medida, llevo escribiendo a favor de eso hace 15 años, obviamente no podría no estar de acuerdo con eso, sólo que me incomoda que en muchos casos ese dinero se utiliza para otras cosas, no siempre demasiado claras, que tiene que ver muchas veces con la política clientelista del Gobierno.

-Ley de medios.

-En el caso de la ley de medios, hablé a favor de ella en varias oportunidades, con los reparos que tenía ya entonces, sobre todo el tema de quién es la Autoridad de Aplicación. Ahora, si la ley de medios se hizo con la justificación de democratizar el acceso a la difusión de la palabra, y si el ejemplo de qué es lo que esa ley va a conseguir, son los que ya están en la esfera pública…tengo que pensar en el Canal 7, que es un engendro de propaganda rencorosa de un pequeño sector, encabezado por su estandarte 678, digo “¡ay, Dios mío!”, la ley de medios es, otra vez, una truchada bajo pretexto de democratización, lo que se hace es concentrar en el Gobierno el control sobre esos medios para utilizarlos como armas contra cualquiera que no esté un cien por ciento de acuerdo con su discurso.

-Matrimonio Igualitario.
-A mí personalmente no me interesa lo escrito, me he ganado el abucheo de muchos amigos gays, pero no estoy a favor del matrimonio, nunca me casé, uno no tiene por qué pedirle permiso al Estado o a la Iglesia para hacer lo que uno quiera hacer en su cama o su comedor. Siempre me parecieron interesantes ciertas posiciones de la comunidad gay, y las vengo apoyando desde hace muchísimos años. Pero me interesaban cuando eran un sector que se ponían en contra de ciertas instituciones como el matrimonio, porque al estar excluidas de ellas, lo que hacían era una crítica muy radical. Ahora, que lo que quieren es estar integrados dentro de esas instituciones contra las que yo estoy, bueno, está bien, es su asunto, si tienen ganas de integrarse, háganlo, muchachos, pero ahí yo ya no tengo nada que ver.

-Hablabas de Canal 7 como un aparato de propaganda. ¿No es un error detenerse en esa señal sin siquiera analizar el mapa de medios hegemónico de los medios privados?
-Los medios privados son un aparato de propaganda de sus dueños, de sus empresas y de los sectores a los que esas empresas representan. El Estado no puede ser eso; a mí no me parece mal que un sector político que ocupa el Gobierno tenga su aparato de prensa. Entonces, que se busquen la vida, que busquen dinero –no público-, tienen muchísimo de todas maneras, no hay que preocuparse por su salud financiera. O que hagan medios sin dinero; supuestamente son tan militantes. No estoy de acuerdo con que los medios del Estado, que son de todos los ciudadanos, sean copados por cuatro o cinco, que los
usen para atacar a una buena parte de sus ciudadanos. No veo por qué eso se justificaría por el viejo curro de que los enemigos son esto y lo otro. ¡Sí, los enemigos son una mierda! Cuando ellos estaban viviendo de Clarín, de La Nación, y de todos esos grupos a los que vos no querés nombrar, habíamos algunos que ya lo decíamos, que lo dijimos siempre. Que esos grupos de presión son nefastos para el funcionamiento de la Argentina; pero que no me corran más con que como ellos se pelearon como un socio comercial que tuvieron durante varios años, ahora hay que aplaudirlos y apoyarlos. Son problemas de plata, de negocitos, entre ricos argentinos.

-Justo vos, que durante mucho tiempo dijiste que esos grupos eran nocivos para la calidad democrática de la Argentina, cuando viene un programa como 678, que ante esas empresas funciona como contrahegemónico, presentás críticas furiosas.
-Yo no hice críticas al medio público…

-Hace dos minutos dijiste que era un aparato de propaganda rencoroso.
-Sí, lo estoy diciendo ahora, y por eso pongo énfasis en la palabra rencoroso, después de que se han pasado casi un año dedicándome una cantidad de insultos, que se los agradezco, pero soy lo suficientemente modesto como para saber que no merezco tanto. No creo haberme ocupado demasiado de ese aparato, antes que ese aparato se ocupara de mí, y ahora tampoco quiero ocuparme demasiado. No me interesa ceder a este chantaje por el cual los enemigos de mis enemigos –todo con muchas comillas- son mis amigos, esa idea es absolutamente peligrosa. El ejemplo es muy extremo y quiero que aclares que lo es, pero cuando en los primeros ’40, algunos nacionalistas argentinos encontraron que había un alemán que se oponía al gran enemigo de la nación Argentina, que siempre había sido Gran Bretaña, y entonces les pareció que tenían que hacerse amigos de Hitler, me parece que se equivocaron. Que un gobierno que durante cinco años hizo todo tipo de negocios con el monstruo monopólico, que de pronto un día se despierte y descubra que en el año ’76 el diario Clarín hacía tapa a favor de los militares -aunque era la época en que Kirchner y compañía tampoco estaban muy incómodos con los militares, pero ése es otro problema-, por un problema que nunca sabremos cuál es… ¡no me jodan!

-Está claro que Néstor Kirchner impulsa la ley de medios por la pelea con Clarín, a partir del conflicto con las patronales agropecuarias. ¿Pero importa tanto el por qué o habría que darle más relevancia a que se haya hecho? La ley es un proyecto que llevaba 26 años de elaboración.
-Por supuesto que importa por qué se hizo, porque al analizar por qué se hacen las cosas, se puede llegar a vislumbrar cómo se van a hacer las cosas.

-Pero el Gobierno puede perder las elecciones.
-¿Y?

-Que puede asumir uno de distinto signo que maneje la ley…
-…que maneje los medios públicos para su conveniencia particular.

-No, que aplique la ley de un modo que, en este caso vos, lo consideres apropiado, y la ley es la misma.
-Sí, pero eso no quita…yo no digo que la ley es una mierda. En estas circunstancias, con este Gobierno que hace este uso de los medios públicos, me parece que los efectos de esta ley no son los que uno esperaría que tuviese. Vos me decís: “¿importa por qué se hace?”; claro que importa.

-¿Y qué importa más, el por qué o el qué? Me resulta curioso que estén al mismo nivel de relevancia.
-No, no están al mismo nivel, importa más el por qué que el qué.

-¿Más el por qué que el qué?
-¡Sí, porque el por qué define el qué! El qué no es la ley como texto; si vos te fijás en el texto de la Constitución del ’94 este país debería ser una mezcla de socialismo, ácrata, gobernado por instituciones maravillosas con trabajo para todos, vivienda para todos, bla bla bla. El texto es el texto. El qué no es el texto; el qué es la forma en la que ese texto puede aplicarse en la práctica, y eso está homogénea y completamente definida por el por qué.

-Entonces, lo que vos planteás obedece a la coyuntura de que quien está en el poder es Cristina Fernández de Kirchner, porque si, eventualmente, Pino Solanas es Presidente, a tu criterio, usaría la ley correctamente, aferrándose al texto.
-Está bien, pero ¿sabés lo que pasa? Me parece que no hay que sobreestimar el famoso peso de la Ley. Las leyes son textos que dependen del juego de poderes, y si no hay un poder que quiera llevarlo adelante da igual que estén las leyes escritas.

-¿Lo entendiste como un punto de inflexión la Plaza de Mayo luego de la muerte de Néstor Kirchner?
-No pude ir a la Plaza.

-¿Y no viste las imágenes?
-No, no miro televisión.

-Imagino que te habrás enterado del fenómeno.
-Eso dicen, pero te voy a decir algo al respecto: yo había estado hace cinco días en la Plaza de Mayo con la efervescencia, para usar tu término, que provocó la muerte de Mariano Ferreyra, y éramos muchos en una convocatoria que no había sido difundida de ninguna manera. Entonces, tampoco me extraña tanto que una semana después, con todo el aparato del Estado, y del partido del poder en Argentina, puestos al servicio de la convocatoria en esa plaza, haya habido, a lo largo de tres días, una cantidad significativa de gente.

-En una nota de hace pocos días, hablaste de una “primavera kirchnerista militante joven”. ¿Realmente entendés que es algo pasajero y que no va a trascender, aunque más no sea al corto plazo?
– Si es el aparato de La Cámpora y adyacencias, conducido por empleados públicos de alto nivel, bueno, yo no llamo a eso militancia. Pero eso es lo visible, no sé si, además, hay un fenómeno que todavía no es claramente perceptible, que habría, entonces, que seguir pensando.

-¿Ves una alternativa real de poder a la izquierda del kirchnerismo?
-(Piensa varios segundos) No lo sé, me gustaría creer que sí, pero temo que estos siete, ocho años de kirchnerismo hayan servido sobre todo para descalificar y deslegitimar cualquier curso de cambio social y económico. Me parece que demasiada gente se va a reír por lo bajo cuando en la Argentina se diga “redistribución de la riqueza” en los próximos no sé cuántos años, porque lo viene diciendo sin cesar desde 2003 un gobierno que nunca hizo nada en ese sentido. Entonces, temo que lo que estén haciendo sea la posibilidad de cargarse un proceso de cambio en serio, por algún tiempo. Quizá, no; ojalá me equivoque.

Troskos – Veintitrés

Por Ernesto Tenembaum
Debido a una razón absolutamente fortuita y nada política, tengo cierta debilidad por Jorge Altamira. En marzo de 1989, yo acababa de lograr un ansiado pase a la sección política de Página 12. Me encomendaron que cubriera lo que ocurría en los partidos de izquierda. No parecía, a primera vista, una gran responsabilidad: envidiaba a los compañeros que escribían sobre radicalismo –el partido que se caía del poder– o sobre los militares –que producían una rebelión cada tres meses–, y más a los que contaban el peronismo, que se venía con todo. La izquierda era, apenas, un recuadrito de todo eso, un primer escalón. Sin embargo, tenía lo suyo. Porque el Partido Comunista se hacía añicos tras la caída del muro de Berlín, y muchos disidentes por primera vez contaban cosas que ocurrían adentro. El Movimiento al Socialismo, por su parte, lograba que Luis Zamora llegara a la Cámara de Diputados desde donde enfrentaría a George Bush a gritos y hacía congresos multitudinarios. Y el Partido Obrero lograba un insólito protagonismo porque el gobierno radical, sin una sola prueba –casi como ahora– lo acusaba de conspirar contra la democracia en medio de los saqueos que agitaban al país, como consecuencia de la hiperinflación, y un juez que se llamaba Larrambebere decidía detener al propio Altamira por sedicioso, y la policía cumplía la orden nada menos que en la Casa Rosada, a la vista de toda la prensa. El que daba conferencias para denunciar al PO como golpista no se llamaba Nilda Garré ni Aníbal Fernández ni era peronista: era el ministro radical Juan Carlos Pugliese.

Por ese entonces, Altamira era candidato a presidente. Sus discursos en los espacios gratuitos de televisión me daban mucha risa y eran muy comentados. “Que Richard Handley y el FMI se vayan a laburar”, gritaba Altamira a cámara. Handley era un rugbier que conducía el Citibank: un hombre clave de aquellos tiempos, poderosísimo, multimillonario, que sería artífice de algunas de las peores medidas de la década que siguió y armaría un pool de medios oficialistas –tal como ahora lo hacen otras personas–. Altamira lo provocaba con su histrionismo, aprovechaba esos minutos de aire gratuito para darse una panzada. Por entonces, me tocó entrevistarlo en la página destinada a los candidatos a presidente (era una democracia más abierta que la que se propone ahora porque los partidos chicos podían presentarse). Vagamente recuerdo que yo lo trataba con cierto cinismo y autosuficiencia y él se enojaba mucho. Pero lo más importante para mí es que el día que salió publicada, sonó un interno en la redacción, pidieron hablar conmigo y era el director del diario, Jorge Lanata –con quien hasta allí me había llevado pésimo– para felicitarme por la nota. Yo era un principiante, venía de un año y medio de remarla en condiciones adversas y esa nota, creo, fue un paso importante para mi carrera.

Unos años antes había conocido a otro militante del Partido Obrero que, al menos en la ciudad de La Plata, hacía ruido. Se llamaba Michelle Saubal. Era el único delegado del PO en el primer congreso de la Federación Universitaria de La Plata posterior al regreso de la democracia. Habría unos ciento veinte delegados: la mayoría radicales, muchos intransigentes y comunistas, algunos peronistas, un puñado de independientes. Y él solo los volvía locos a todos. No tenía ninguna posibilidad de ganar una sola votación. Pero los enloquecía. Recuerdo al jefe del bloque radical gritarle varias veces “golpista”, porque criticaba a Raúl Alfonsín. Más o menos como los tratan ahora. Saubal era mayor que el resto y mucho más formado. Años después me lo crucé en la Facultad de Psicología de la UBA. Seguía militando en el Partido Obrero. Preparamos una materia juntos. Saubal era lacaniano, ¡leía a Lacan en francés! Hablaba varios idiomas. Creo que había sido ingeniero. El otro día, en el set de Palabras más, palabras menos, le pregunté a Altamira si tenía noticias de él. “Sí, claro. Sigue siendo un militante. Acaba de escribir un artículo interesantísimo sobre los lacanianos de izquierda. Fue el hombre que preparó todo el sistema informático del partido. Hemos tenido nuestras discusiones porque, por momentos, es un hombre muy radicalizado”. Yo lo miraba con extrañeza: ¿cuánto más radicalizado que Altamira se puede ser? Está claro que se refería a un mundo con códigos que, desde afuera, son difíciles de entender. Ni mejor ni peor que tantos otros pequeños o grandes mundos que sólo se entienden, y a veces ni eso, si se pertenece a ellos.

El martes pasado tuve ocasión de conocer, durante unos minutos, a otro militante del Partido Obrero. Se llama Jorge Ospital y fue uno de los detenidos por el corte de las vías del Roca. Hace 26 años que Ospital es trotskista. Fue trabajador gráfico y en la última década labura como ferroviario. Apareció con una remera negra estampada con la imagen de Mariano Ferreyra. “Yo me hice trotskista porque encontré un programa para cambiar el país”, dijo. Yo lo miraba y me lo imaginaba armando comisiones internas y dando peleas contra los muchachos de José Pedraza. Debe ser una vida, cómo decirlo, difícil, arriesgada, temeraria. Sin apoyo de ningún gobierno, con el odio de la pesada, la vigilancia de empresas muy vinculadas a la mafia política y sindical. Quienes conocen el mundo gremial cuentan que hay muchos como él. Y son odiados por los caudillos del sindicalismo peronista. Enfrentarse a esos hombres no es sencillo. A Mariano Ferreyra le costó la vida, por ejemplo. Imaginaba a Ospital o a otros como él enseñándole a leer y escribir a Elsa Rodríguez, la mujer que aún lucha por salir del coma luego de la represión de la patota de Pedraza en Barracas.

Para un periodista socialdemócrata –o algo así– como el que escribe estas líneas, los troskos son tipos raros, sectarios, dogmáticos, intransigentes, con los que cuesta mucho convivir. Personajes casi borgianos, de otros tiempos, incapaces de entender que la realidad no cabe en ninguna teoría cerrada o que el capitalismo no va a explotar por sus contradicciones y, si lo hace, no va a ser precisamente una buena noticia. Pero, a estas alturas, quién sabe quién tiene razón, ¿no? Corre tanta agua bajo el puente que tampoco se puede juzgar a los demás como si uno fuera no sé qué cosa. Sobre todo si se trata de gente que entrega su vida a la lucha por ideas y no transa. En su defensa hay que decir que nunca fueron lopezrreguistas, ni mataron gente, ni opinaron que Videla era un general democrático, ni se confundieron con Menem o Rodríguez Saá, ni con la Alianza, ni con nadie. Y fueron perseguidos como los que más. O sea que, en un país de gente equivocada, no han cometido equivocaciones demasiado graves. Y si son un poco locos, en fin, hemos tenido cada uno al frente del país –Cavallo, por citar a uno de ellos, ¿se acuerdan?– que mejor no comparar.

Por eso resulta extraño que el canciller multimillonario del gobierno nacional y popular defienda a sindicalistas multimillonarios y levante el dedito en contra del PO, y haya jueces que libren órdenes de detención, y ministros ultraduhaldistas de toda la vida que los acusen de duhaldistas (!).
Extraño que cuando hay usuarios que queman trenes, para el Gobierno los culpables sean ellos, y cuando los maestros paran en Santa Cruz también y cuando saquean un negocio en Constitución, otra vez apelen al mismo recurso.

Que los acusen de incendiarios, sediciosos, saqueadores y hasta de promover atentados contra la casa de la familia Kirchner en Río Gallegos.

Y que nunca haya pruebas.

Parece un mecanismo clásico de gobiernos de derecha.

Pero quizá no sea este el caso.

A veces ocurre, apenas, que los vidrios polarizados de los autos último modelo nublan la vista de algunos funcionarios. Y así como en otros tiempos eligieron a Hermenegildo Sábat como enemigo, con la misma lógica ahora señalan a los tobas formoseños o a los militantes gremiales del Partido Obrero.

A veces, las personas hacemos cosas muy extrañas.

Fuerza bruta: dos meses sin Kirchner – RollingStone Argentina 

La muerte del ex Presidente generó su mitificación instantánea; a dos meses del suceso, los peligros que engendra el extraño conglomerado ideológico que se formó alrededor del líder

Antes que nada: todo el respeto por la muerte del compañero ex presidente. Porque ya estaremos ahí también. Si nos agarra despiertos, los últimos cinco segundos deben ser un espanto de alquilar balcones y no los vamos a poder contar. Las vidas, compañeros, son todas conmovedoras: las tiras de esfuerzos que hacemos por abrirnos paso, en un mundo hostil, son para aplaudir y los esfuerzos patéticos para ser felices, ¡dios! Cruelmente, mientras subimos la lomada, se cocina la certeza de que la joda se termina, con el frío suspenso de no saber cuándo. Y algo más: no se puede conocer nunca del todo a otra persona y eso aumenta el respeto, no sólo a la muerte y al muerto, a Néstor Kirchner -quien nos ocupa-, sino al vivo que todos conocimos en persona, por tevé o por decreto. Entonces, el respeto más absoluto por lo más absoluto de todo.

Luego, tomar la palabra.

Kirchner se murió porque se murió. Le iba a pasar de una manera u otra, un día u otro, y no puede dársele contenido político a lo repentino. En cristiano: no se puede ser tan pelotudo de darle una entidad distinta de la sorpresa que no sea la sorpresa y el rendimiento marginal de cómo determinadas muertes invaden nuestra intimidad, nos dejan helados, ilustrando que los hombres públicos son gente especial, que llevan un delirio bien a fondo y, cuanto más a fondo, más penetrantes en nuestros recuerdos, y hasta parece que le falta un personaje a nuestra vida para siempre. Néstor vivía al palo, no tomaba los recaudos y tampoco tenía 15 años. Y hay gente que no toma recaudos simplemente porque la mente proyecta unas oscuridades que no se relacionan con la política, y que la condicionan. Kirchner se enfrentó al misterio de la vida con un único procedimiento: meterle para adelante, acumular plata, cosas, glaciares y hacer enemigos que le permitieran mantener viva su paranoia crónica. Por otra parte, su hiperquinesis no era una condición revolucionaria sino también otro rasgo de su psiquismo. No deben pasarse términos entre ecuaciones distintas.

Ha sido muy violento para los espíritus sensibles, para los que fuimos educados en el enciclopedismo francés -en la escuela nos mandaban a la biblioteca a averiguar todo lo que se podía saber sobre algo-, el énfasis emocional, viral, opresivo puesto por los fanáticos kirchneristas, que hacen la performance de hombres y mujeres entregados a la única causa de alentar a Néstor y a Cristina, de aguantarles los trapos, en las redes sociales (Internet ha resultado una gran segunda oportunidad para los losers) y en los shows radiales y televisivos que controla el gobierno, y que ya son cientos, en hacer del Flaco, del Eternauta, un hombre providencial, el mejor de nosotros, según dijo su señora, a la vez que promueven una serie infinita de bautismos de calles, avenidas, estadios, con el nombre del ex presidente, quien, además de sus méritos, se lleva a la eternidad numerosos deméritos, los cuales, lejos de oscurecer su paso por la presidencia, lo resaltan, al normalizarlo, porque fue un hombre que a pesar de su apetito desenfrenado por el dinero, su generosidad con los sirvientes a los que enriqueció y sus enormes dificultades para discriminar recursos privados y públicos, ayudó a hacer, del de su esposa, un gobierno muy bueno que promovió el matrimonio igualitario, y ayudó a sancionarlo, y que tuvo la humildad de tomar el proyecto de la CTA de la asignación universal por hijo y hacerlo propio, sancionarlo, y que millones de argentinos en la lona se beneficien, aunque sea un poco más, con el superávit fiscal que la Argentina le debe, básicamente, al precio internacional de sus granos. Sus vicios podrían haberle bloqueado las virtudes, como pasa con tanta gente en tantos ámbitos, y sin embargo, no, hizo bailar a unos con otras. Algo importante: sólo los grandes líderes pueden ser más hijos de puta que el promedio de los seres humanos porque sus decisiones pueden compensarles, y hasta justificarles, en el trámite histórico, sus salvajadas.

Cuando fue la masacre de Cromañón, Kirchner tardó diez días en dar una señal pública de simpatía con las víctimas y sus familias. Se fue con Cristina a El Calafate y desde allá midió por televisión los daños que la peor tragedia civil de la historia argentina podía hacerle a su gobierno. El Eternauta flaco se puso por encima de esas doscientas vidas atónitas y jóvenes que murieron por negligencia estatal y privada, cuando un consenso moral mínimo habría empujado a cualquier otro en su lugar, al contemplar esa hilera de cadáveres manchados de negro y con los ojos abiertos a saltar de la cama y ponerlo en la primera fila de los obligados a condolerse y a actuar. Sin embargo, Fuerza Néstor se borró en la terrible seguridad y cinismo de que ningún presupuesto ético podía ponerse por encima de su propia supervivencia.

Esa fue su gracia. Descubrir que con la Argentina se puede hacer cualquier cosa porque la debilidad institucional y el desinterés general por la ética pública son tan grandes que el margen de maniobra de un presidente creció enormemente. Ese fue su descubrimiento. Que ya no se trata siquiera de insinuar la vía del diálogo, todo ese mundo radical cafierista antiguo, o mostrar empatía con las víctimas, o tener pruritos morales, el vasto campo de los “¿te parece?”. Sólo la caradurez fenomenal de los más jovatos puede pretender hacer del gobierno de los Kirchner un momento romántico en la historia de la humanidad y del ex presidente un Che Guevara patagónico y civil. No hay ninguna necesidad de exagerar cualidades, romantizar las cosas como si el mundo se estuviera inventando ante nuestros ojos y fuéramos todos opas. Hay que lavarse la cara con cemento para pasar por alto que la última cena de Kirchner fue con su testaferro Lázaro Báez.

El infantilismo de los más jóvenes, ignorantes o inexpertos, o simplemente cínicos, ya es otra cosa. Disponen de más tiempo para no ser serios, para la especulación, para explorar la viscosidad de un juego con adultos, la política, que incluye ideas, razonamientos y dinero, y divertirse con ella, perversamente, hinchando por un matrimonio de millonarios, porque de última, ya habrá tiempo para realizar la acción que represente el legado personal más puro y duro, la razón de vivir, que a veces tarda en encontrarse, porque el amor a lo que te gusta es un aprendizaje lento al que se llega luego de una serie de traiciones y delaciones y equivocaciones y desvíos: y la política, o sea el acto de girar el cuello desde la contemplación obsesiva de la vida privada a dejarse impresionar por la vida pública y hacer algo con eso, tiene su trámite, su pedagogía, y mientras., pasan unos años, dos gobiernos constitucionales, perfectamente, y el joven sabe todo eso, la gente sabe cosas, entonces hace la plancha y canta y baila un reggaetón con algo que debe ser muy en serio: el servicio público. El que no tiene perdón es el mayor que se aprovecha de eso y alienta las emociones que se violentan, conforme no hay censura en los modales. Kirchner fue un aprovechador mayor de ese juvenilismo bobo, apasionado y negador y prohijó ese conglomerado de agrupaciones llamado La Cámpora, que reivindica el socialismo nacional de los Montoneros y aplaude de pie a un chabón de la Ucedé, Amado Boudou, que toca la viola y les dice: “Mírenme, a los 50 años, ministro de Economía y toda una vida dedicada a la noche”.

Llegó el calor, ahora, pasó la Navidad, estos días en que le festejamos un poco a lo posible, a ver si nos da bola, las reuniones de fin de año y, con ellas, las cañitas voladoras que los fanáticos eyectan al cielo desde botellas de Trumpeter vacías, con la expectativa irónica de que se fundan in the sky with diamonds con la imagen celestial de fuerza, Néstor. Verán constelaciones con la forma de un pingüino. Fumado, todo es posible y, por eso, entre otras cosas, hay que despenalizar la marihuana, porque nos ayuda a pasar por este infierno, tirando un rebaje. En remeras y bermudas, con las havaianas, fumancheando, se harán mil tucas parties kirchneristas en los balcones de las torres con seguridad donde viven los mejor conchabados en el Estado y que serán, solidariamente, los anfitriones, para reforzar el espíritu de cuerpo, celebrando a Néstor, encomiando su grossitud y lo bien que la hacía con la guita, y para hablar mal de Pino Solanas, de Ricardo Alfonsín y de todos los intelectuales vendidos a La Nación, haciendo cada vez más gruesa la línea divisoria entre ellos y los demás, empadronando a lo loco al conjunto de personas a las que no escucharán ni tendrán en cuenta y a los que, llegado el caso, perseguirán por sus medios. Tienen bien a mano sentencias brutales para cada uno y ésa es la forma en que tramitan su hipocresía y luchan contra su propia representación penosa.

Tristemente, el legado de Néstor Kirchner es también este ejército de cabezas de lata que tienen como misión de sus vidas parasitarias castigar a los hombres libres, a los que reconocen los matices y gozan con ellos y que puede que no quieran, o queramos, dar por bueno que el país sea el mito berreta que quieren imponer. Porque la idea de integridad absoluta, de Kirchner o de quien sea, genera decepción por lo inalcanzable y no queremos eso para las nuevas generaciones: queremos un sostenido ejercicio de su ciudadanía, de sus responsabilidades. Hay que rechazar la gratificación del mito, porque necesitamos instigar la utopía todos los días. Tal vez, entonces, no debamos ceder tan fácilmente a que las tucas parties regulen nuestro 2011 y nos caguen de miedo de pensar y decir. Que sepan los cabezas de lata que nos vamos a defender de su violencia. Diciéndolo, como hacemos desde hoy. Y llegado el caso a los tortazos, porque si no es para ser libres para qué queremos la política.

Por Esteban Schmidt

Mariano Ferreyra y Néstor Kirchner: Cuando militar pasa por contar monedas o por comprar hoteles – Argenpress

Daniel Cadabón (especial para ARGENPRESS.info)
“Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes ni mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores. La experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan”.
Rodolfo Walsh

En las asambleas ordinarias del Sindicato unificado de trabajadores docentes (Suteba) que deliberaron en esta última semana, la burocracia yaski-kirchnerista de la CTA, se ha esforzado en el intento por canonizar a quien en vida no pudo ganar la más mínima influencia entre los trabajadores de la educación. Para esto, instó a los docentes presentes a votar al “compañero Néstor Kirchner, fallecido en la defensa del campo popular” para que ocupara la presidencia honoraria de las mismas.

Apenas digerible, la adhesión de los maestros a un representante de la patronal con frondosos antecedentes de ofensas a los educadores, debió ser condimentada al estilo burocrático, esto es: sin escrúpulos.

 

La burocracia, no tuvo vergüenza en hacer planear por el ámbito de las asambleas, y en un mismo discurso, a Kirchner junto al joven militante del Partido Obrero, asesinado por la trilogía patronal-burocracia-policía, Mariano Ferreyra.
Hacer compartir el privilegio de presidir una asamblea de trabajadores a un joven luchador, asesinado por defender los derechos de los explotados, junto al dueño de los más lujosos hoteles en las zonas turísticas de la Provincia de Santa Cruz; al político que compró tierras originarias a 20 $, usando sus privilegio en el poder, para finalmente venderlas a 20000 $. Es repulsivo.

 

Disculpen los dolidos recién llegados a la militancia oficialista. Pero el luto no nos ciega, y pese a todo este impresionismo colectivo que intentan fomentar los miserables negociantes electorales de la muerte, todavía podemos ver por donde sale el sol. Pretender aliar al gobernador menemista que firmó contratos de transferencia de los hidrocarburos y que derivó en un manotazo a los 500 millones de dólares resultantes del negocio a los bancos suizos, al lado de Mariano, unos de los mayores exponentes de la solidaridad humana – que junto a Maximiliano, Darío, Carlos Fuentealba, Julio López y otros tantos caídos – que entregaron su vida para que los oprimidos se levanten concientes en contra de la opresión, es siniestro y vomitivo.
Exponer a nuestros compañeros caídos, junto al amigo de las mineras Barrik; al financista de los casinos, el que usó 30 años de su vida para amasar una fortuna Forbes; es no tener moral. Porque nuestros compañeros cuentan las pocas monedas que sus bolsillos militantes le ofrecen para que el Bondi lo lleve al piquete a luchar por ellos y por los de su clase, ¿que tienen que hacer juntos los unos y los otros?. ¿Qué? Los corruptos que tocan la campana en los centros imperiales; aquellos, que aprovechando el estado de sitio dictatorial se hicieron de las propiedades de los estafados por la 1050, desalojando a los deudores a golpe de mazo de sus ya íntimos “rudis”. ¿Que? Puede juntar a los propietarios de las cadenas que sacudieron las cabezas de sus comprovincianos que salieron a las calles de Río Gallegos en solidaridad con un movimiento nacional “que se vayan todos” y los que luchan en contra de los cadeneros burócratas.

 

¡Que ironía! Que una asamblea docente la burocracia venga a proponer como presidente honorario al hombre que le llenó el tanque de gasoil a su amigo Varizat, para que de una y acelerando a fondo se llevara puestos a 18 docentes: que realizaban un piquete reclamando por salarios, mejores condiciones de trabajo y , fundamentalmente, para que las botas de la gendarmería dejaran en paz los patios de juego de los niños en los jardines de infantes santacruceños, que como tenían a sus maestras en huelga, fueron obligados a recibir clases prácticas de “simulacro de combate con el enemigo interior”.
Ya lo dijo Rodolfo Walsh la burguesía intenta escribir la historia con sus mártires, antes que ellos nadie y después de ellos tampoco, no importa… si es necesario inventarla a cada paso.

En una historieta del oficialista pagina12 los “huevitos kirner” intentan convencer a un personaje, “revolu”, para que milite en el kirchnerismo. Bueno ellos, sabrán.